"Muchas cosas sabe el zorro, una sólo el erizo, pero grande"
Arquíloco, poeta griego, siglo VII a.C.
En su laboratorio secreto el Hombre Revenido, discípulo aventajado del profesor Bostezo, instruye a los concejales del mañana. El hombre nuevo no es estéreo, es mono. Desenfunda el revólver de tu mente, forastero. No es la Atlántida, es Huesconsin, el humilde centro del Universo.
El finde concluye sin novedad, con ese bochorno tan típico de julio y que hace tan jodido el trabajo. Pero he tenido que currar, con dolor de corazón y propósito de enmienda. Espero que no vuelva a pasar hasta dentro de muchas semanas. El finde que viene será mejor, estoy convencido. Este cuerpo blancuzco necesita un poco de sol en la tripa (me relamo de gusto sólo pensándolo).
Tampoco he sido ajeno a la noche. Puedo confirmar, de oídas, que los bares siguen cerrando a la misma hora. El apocalipsis va a llegar.
Como una colonia de hormigas en la que surgen conductas grupales complejas a partir de conductas individuales simples, seguimos la partitura, y a mí me tocó ser el de los platillos, ¡chán! de la escuela de la percusión instintiva, sonriente y simple. Y el verano nos vuelve más simples. Y el mundial de fútbol nos vuelve más simples todavía.
En el fondo soy como un niño.
Precisamente "eres como un niño" fue lo que gritó la última mujer que me vio desnudo.
Y creo que me voy a quedar callado. Me conformo con dar un par de aullidos a la luna.
Y si encuentro el libro de cócteles, me fugo y monto el chiringuito soñado en la playa soñada.
Y me voy a insultar a mí mismo en los comentarios, así le voy dando un poco de vidilla a esto.
El mismo día en el que el mono escenificaba en la hierba sagrada de Wimbledon el relevo generacional del tenis mundial, otro mito se resistía a abandonar su Olimpo con una lección magistral.
Salve al emperador Zidane.