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viernes, diciembre 11, 2015

Postales del tío Matt - 7 - Madrid


Querido sobrino Gobo,

la vida del explorador es muy solitaria, sin embargo he encontrado una especie de extrañas criaturas que viven todavía más aisladas. Por mucho que uno intente llamar su atención permanecen siempre inmóviles.
Parecían evitar el trato con los demás, su piel era fría y dura, pero yo no me resigno fácilmente e intenté darles mi amistad. El señor desnudo con un gran tenedor y el pelo de punta no me hizo el menor caso. La enorme señora con bata, sentada en un raro sofá, ni siquiera me miró. Vi que no era el único. Otras increíbles criaturas con patas redondas, giraban sin cesar alrededor tratando de llamar su atención (sin éxito).


Cuando la luz del día declinó hice un descubrimiento asombroso. En aquel paraje las estrellas se veían a una altura bajísima. Y había montones.
Me fijé mejor y vi que las sujetaban por una especie de hilos. Intenté liberar a un grupo de ellas cortando los hilos con unas tijeras y, vas a asombrarte querido sobrino, en lugar de ascender hacia el cielo, dejaron de brillar. Nunca pensé que pudieran ser domesticadas de ese modo. Ni los curris son tan dóciles.


Las extrañas criaturas pasan dos meses celebrando una cosa que llaman "Navidad". Consiste en formar ríos de muchedumbres que van de acá para allá. A veces hay tantas extrañas criaturas en un lugar que tienen que formar colas para que les den un número (¡de cinco cifras!). Vi a uno de ellos coger el 53.489 y pensé "pues vas a estar un buen rato esperando a tu turno..." y le regalé un cucurucho de castañas calentitas. No dijo que no, se las quedó porque, como nos sucede e cualquiera, las extrañas criaturas no son estúpidas todo el tiempo.

Un abrazo de tu tío el viajero Matt

jueves, mayo 27, 2010

Postales del tío Matt - 6 - Bilbao



Querido sobrino Gobo,
contrariamente a lo que nuestra ciencia subterránea ha podido demostrar, las extrañas criaturas no piensan que Fraggel Rock sea el centro del universo. Tienen dos teorías: una, supersticiosa, simple y poco creíble, señala hacia el cielo, otra menos extendida dice que es Bilbao.
Me fui hacia allí para comprobarlo.


Al llegar me pareció un lugar tranquilo, habitado seguramente por sacerdotes de una religión extraña, que se visten de rojo y blanco, abrigándose el cuello con bufandas y la cabeza con graciosos sombreros. Comprobé que, a pesar de que el agua es abundante y llueve con regularidad, las extrañas criaturas de este lugar, de natural sediento, prefieren beber juntos dentro de sus cuevas y comunicarse a gritos. Menuda sorpresa me llevé cuando descubrí qué era eso que les excitaba tanto. Colgada por encima de nuestras cabezas había una caja y todos la miraban. Dentro de la caja había extrañas criaturas, algunas vestidas de rojo y blanco también, pero mucho más pequeñas. Estaban allí encerradas y se movían nerviosas.
Me horroricé. Salí corriendo hacia otra cueva y vi que allí también tenían una de esas cajas con esas diminutas criaturas corriendo. Realmente no había una cueva que no tuviera una de esas cajas. Al principio imaginé que era un divertimento cruel. Luego pensé que a lo mejor esos enanos que vivían en las cajas eran felices. Fuera de ese refugio, divagué, corrían el riesgo de ser pisoteadas.


Intenté dar un paseo y explorar otras zonas de la ciudad y entonces vi algo todavía más increíble: ¡una cueva brillante!. Me acerqué con sigilo. Enseguida mi sigilo se convirtió en pavor al encontrarme con una araña gigante. Comencé a huir y me topé con un animal enorme que en vez de pelo tenía flores. Estaba aterrado y no tenía más escapatoria que refugiarme en la cueva brillante. También allí tuve que correr delante de un gori que ejercía de guardián. Me escondí en un recodo y recuperé el resuello. Buscando una explicación y un refugio mejor, me alivió ver a una montaña de basura. Fui hacia ella a pedirle consejo y no me respondió. Eso sí, tenía una nota escrita a su lado. Y un número. Ese lugar era realmente inquietante. Decepcionado me senté. Observé entonces que las extrañas criaturas se acercaban a contemplarme y asentían con interés. Antes de que decidieran meterme en una de sus cajas-cárcel me fui de allí a la carrera, sin mirar atrás.

Un abrazo de tu tío el viajero Matt
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jueves, septiembre 17, 2009

Postales del tío Matt - 5 - Granada


Querido sobrino Gobo,
últimamente he aprendido que en este loco mundo las cosas no son siempre como parecen. Las extrañas criatuas también saben vivir en cuevas excavadas en la roca, notablemente más rudimentarias que las nuestras pero pintorescas y agrupadas en la montaña, como nidos de pájaro. El Sacromonte, lo llaman. Quise investigar la zona para saber si había algún fraggel escondido en ellas. No vi ninguno, eso sí, escuché más de un quejido desconsolado seguido de golpes rítmicos. El viento, supuse.


El anochecer me deparó una nueva sorpresa. Bajaba por una de las pendientes tratando de no tropezar y rodar, cuando descubrí en la lejanía a la luciérnaga más enorme que te puedas imaginar brillando en la oscuridad.
Al día siguiente me acerqué sigiloso, entre los matojos, y descubrí la verdad. No era lo que parecía sino un dragón inmenso. Las extrañas criaturas, que a veces son generosas y valientes y otras veces tontas como un gori, esperaban inquietas frente al monstruo. Pensé que lucharían con él, pero no, se introdujeron en sus fauces en ordenada fila. Me horroricé y me entró hambre al mismo tiempo.


Podría pensarse que todo ese asunto del monstruo tendría a la gente atemorizada. Comprobé lo contrario. Llenaban las calles, seguían alegres y hospitalarios. Me planté delante de una de esas extrañas criaturas, elegí a una con un peinado similar al mío, y me señalé la boca. En seguida me dio a probar una hoja de una planta extraña, deliciosa y salada, de color rojizo. Después de probarlo entendí que a lo mejor ellos sabían cosas que ningún fraggel entendería jamás, que tal vez no se estaba tan mal en las fauces del monstruo. Era un lugar raro, no hay que descartar nada.

Un abrazo de tu tío el viajero Matt
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jueves, febrero 26, 2009

Postales del tío Matt - 4 - Formigal


Querido sobrino Gobo,
aunque parezcan despreocupadas y salvajes, las extrañas criaturas tienen también un lado espiritual. Durante el invierno, a pesar del frío y el viento, hacen peregrinaciones a la montaña, como nosotros los fraggel. La principal diferencia es que nuestro oráculo, la montaña de basura, es individual, y ellos tienen montañas enormes de uso compartido, cubiertas de una sustancia blanca e inútil.

El ritual sencillo, a priori, consiste en subir la montaña y bajarla, una y otra vez, con la tenacidad de un curry. Vestidos con vivos colores se les ve recorrer la ladera como un hormiguero (de ahí, supongo, el nombre del santuario).
Se valen de unas cuerdas que les suben y un equilibrio perfectamente entrenado para deslizarse por la porquería.


El espectáculo al llegar era, ciertamente, estimulante. Opté por enfocar la situación con serenidad y valoré las posibilidades: quedarme mirando extasiado o participar por mí mismo. Mi cualidad innata de aventurero me llevó a tomar la peligrosa segunda vía.


Al principio pensé que se trataba de una cuestión de fe. Yo no conseguía deslizarme como las extrañas criaturas, al contrario, me hundía en esa sustancia blanca y fría. Luego observé que había un truco ingeniosísimo, una tablas para los pies. Metí los pies en unos zapatos en los que creí perderlos para siempre y luego uní cada zapato a una de esas tablas. No mejoró demasiado. Me deslizaba sin control, y cuando conseguía mantenerme erguido era todavía peor, cogía velocidad y caía embadurnándome de porquería. Esas dificultades no se apreciaban en la distancia, como normalmente ocurre.
Lo comprendí entonces. Al igual que la montaña de basura, ese lugar de peregrinación de las extrañas criaturas enseñaba a ver claramente el interior de uno mismo. La vida no es cómoda, es un tropezón y después otro, y luego, cuando parece que aprendes, otro tropezón.
Ahora que ya lo he interiorizado no necesito más moraduras ni más contrariedades. Continuaré la reflexión en eso que llaman "spa".

Un abrazo de tu tío el viajero Matt
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domingo, agosto 10, 2008

Postales del tío Matt - 3 - Huesca


Querido sobrino Gobo,
la aventura que voy a contarte no tiene parangón; buscando la tranquilidad de una ciudad pequeña llegué a Huesca, tenía pensado observar a las extrañas criaturas en un ambiente calmado y burgués. Lo primero que me hizo presagiar que nada saldría según lo planeado fue ver a tantos individuos en la calle. Lo segundo, su uniforme consistente en ropa blanca y un pañuelo verde al cuello. Al principio lo consideré un hornamento más, una moda pasajera. Pero cuando una de esas criaturas me puso uno de esos trozos de tela verde alrededor del cuello observé que funcionaba como una especie de salvoconducto; desde ese momento las extrañas criaturas me saludaban con efusividad. Me dieron una planta verde bastante aromática que llaman albahaca y yo, queriendo agradecer su hospitalidad, me la comí.


Seguí a la multitud a lo largo de una cuesta y lo que vi allí es algo que no puede compararse con nada que suceda en Fraguel Rock. Miles de extrañas criaturas (y algún que otro gori) bailaban y saltaban. Seguí a un grupo de ellos, portaban un recipiente enorme dentro de una vagoneta de plata, y en él un líquido rojizo con el que se iban manchando los unos a los otros, y a veces bebían. Era interesante. En ocasiones los fraguel nos ponemos sombreros raros, pero tendrías que ver las cosas que se ponían aquellas criaturas en la cabeza. Cada vez más intrigado les acompañé hasta el que, supuse, era el punto de reunión de lo que parecía una importante ceremonia religiosa. Los extraños seres seguían bebiendo líquidos misteriosos a causa del calor y seguían alborotados. Pedí amablemente a uno de ellos que intentara no empujarme y, de repente, me vi volando por los aires, arrojado y recogido por un grupo de extrañas criaturas que gritaban al compás. Luego me dieron de beber ese mejunge mágico y adquirí valor, aunque disminuyera mi capacidad de razonamiento.


Tendrías que haber visto cómo saltaban cuando sonó un ruido como un trueno, en el cielo. Entendí que la ceremonia terminaba y decidí escabullirme sigilosamente. Sin éxito.
Manchado y sin embargo feliz, me dejé arrastrar por la multitud. Vi que las extrañas criaturas se reunían en cuevas, eufóricos, y me abrazaban, me daban de beber ese elixir mágico que me hacía flotar. Quién hubiera pensado que en esa modesta ciudad se conocían los grandes secretos de la alquimia. La música era ensordecedora, de ritmos vivaces y endemoniados, y nadie se quitaba el trapo litúrgico del cuello. Una nebulosa de felicidad y pisotones envuelve mis recuerdos y las horas siguientes, pero vi cosas que ningún otro fraguel ha visto jamás. Vi a unas extrañas criaturas beber de un recipiente mordiendo el fondo hasta hacer un agujero. Vi a las extrañas criaturas comunicarse por medio de gruñidos, o comunicarse en condiciones máximas de oscuridad y ruido. Vi una hermandad sin igual. Y esto, imaginé, se repite todos los días, desde la salida del sol hasta el ocaso. Yo, por si acaso, aunque prometo volver algún día, me alejé en cuanto pude, a reflexionar y a cuidar un inoportuno dolor de cabeza.

Un abrazo de tu tío el viajero Matt
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jueves, julio 03, 2008

Postales del tío Matt - 2 - Formentera


Querido sobrino Gobo,
las extrañas criaturas muestran a menudo hábitos que me desconciertan. En mi propósito de exploración seguí a uno de ellos a un paraje inquietante, sereno como una cueva confortable y sin embargo soleado. Usamos para llegar un artilugio sinigual, un mirador móvil que se mueve por encima del agua y salpica. Justo al llegar descubrí que si hay mucha agua junta en un lugar (y allí había más que en ningún otro sitio que conozca), paradójicamente, el agua , al beberla, no quita la sed.

Ese asunto de la sed me pareció conmovedor y decidí investigar qué harían las extrañas criaturas para superarlo. Para mi sorpresa, su principal actividad era tumbarse bajo el sol, a menudo sin ropa.
De vez en cuando entraban al líquido ondulante. Como a los fraggel nos encanta nadar intenté imitarles, pero el vaivén del agua me impedía avanzar o retroceder. Una de esas criaturas femeninas sin cola me ayudó a salir, y luego, de forma amorosa me tumbó en la arena y me besó con fuerza. Azorado me disculpé y me alejé de allí. Debo de ser para ellas una especie de individuo irresistible, de macho alfa.


Adentrándome en el interior descubrí que viven en unas enormes cuevas que llaman hoteles. Y se desplazan montados encima de unos extraños animales ruidosos a los que cogen de los cuernos, o encima de alguna de sus crías, más delgadas, lentas y silenciosas, con quienes conviven en aquel lugar. ¿Por qué no corréis libres? le pregunté a una de esas especies, la versión adulta y ruidosa. No respondió. Están tan domesticadas, pensé, que se han vuelto displicentes. No como un curry, que si le preguntas, aunque sea por deferencia, aunque le estés molestando, te contesta.


Al final le cogí el gusto a las orillas arenosas. Observé que todas las mañanas, poco a poco, se van desplegando una especie de hongos gigantes que dan sombra a las extrañas criaturas. Observé también que los que permanecían mucho tiempo al sol empezaban a acumular calor y a cambiar de color. Comprendí que pasear con los pies, sólo los pies, en el agua no era peligroso. Entendí que las extrañas criaturas vienen aquí a descansar o a aparearse. No me quedé para comprobarlo, por si las moscas.

Un abrazo de tu tío el viajero Matt
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lunes, junio 09, 2008

Postales del tío Matt - 1 - Lourdes


Querido sobrino Gobo,
las extrañas criaturas tienen curiosos hábitos sociales. Suelen reunirse en lugares gigantescos que llaman parques de atracciones donde no siempre se consumen refrescos dulces y comidas grasientas, a veces son un poco diferentes.

La semana pasada entré en el vientre de uno de esos enormes animales que llevan a la gente de un sitio a otro. Fui a un parque de atracciones en el que la gente sólo bebía agua. Guardé pacientemente una fila que yo creí la del almuerzo y sólo conseguí que me dieran una fina lámina de pan revenido. Maldije mi suerte por haberme puesto a la cola demasiado tarde.


Descubrí que también gustan mucho las grutas. Allí, dentro de una, sentí nostalgia de Fraggel Rock y traté de entablar amistad con una de las criaturas, una dama pálida bellamente ornamentada.
¿Vienes mucho por aquí? pregunté a la señora y ella mantuvo la mirada fija en el horizonte. Trepé hasta ella, agité los brazos, le di un toquecito en un hombro... Observé que ella seguía sin prestarme atención, pero toda la multitud de extrañas criaturas había empezado a mirarme. Me invitaron a salir a tomar el sol y me pareció extraño, una especie de milagro, pues no suelo recibir tantas atenciones habitualmente.


Observé también el hábito de encender antorchas gruesas, que deben de estar mal fabricadas, porque apenas se enciende una minúscula llama. En eso podríamos enseñarles bastante a estos seres misteriosos.
Por fin, antes de volver, todo el mundo se llevaba algún souvenir, como suele suceder en estos complejos de diversión. Yo tomé un palo de andar que se había dejado olvidado una extraña criatura, y lamenté que ese no tuviera un hombrecillo colgado como los de los demás.

Un abrazo de tu tío el viajero Matt
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