Para cualquier autónomo que se precie, la semana anterior a las vacaciones es la más exigente. Con deciros que ayer por la noche se me olvidó cenar... un drama, un descuido, ¿un intento inconsciente de afinar la figura?.
Es complicado, porque coges ritmo y luego ¿cómo paras?. Es decir, no sé cómo soportaré eso de alejarme de mis captores diarios, el estrés y el madrugón. El síndrome de Estocolmo vacacional será fuerte pero yo he empezado una terapia de choque.
De momento, voy a sonreírle a todo el mundo. Que se acojonen. Que sepan que algo se está cociendo dentro de esta olla express que me sirve de percha para sombreros.
Luego sacaré el tema en cualquier conversación. "Qué calor, ¿verdad?. A lo mejor el fin de semana bajan un poco las temperaturas, pero a mí me da igual porque como me voy una semana de vacaciones..." en plan golpe bajo.
Lo que sé seguro es que esta noche sí que cenaré. Y también le haré un corte de mangas a mi jefe del espejo y le diré ¡¡aquí te quedas, pringao!!.
Cuando esté en la playa pensaré mucho. Porque pensar en la playa no es trabajar. Y resolveré asuntos complejos, porque la mente estará más fresca... ya tendré tiempo de perder el tiempo a conciencia cuando vuelva al tajo.
A vosotros os voy a dejar unos cuantos posts programados, para que os hagáis la ilusión de que sigo presente. Dejo también una silueta de cartón-pluma con mi foto en el escritorio. Y maíz en el teclado, para que hagan el ruido las palomas.
Vuelvo en una semana, no os vayáis a creer que salgo a dar la vuelta al mundo.
Sólo daré vueltas sobre mi eje.
La rotación es muchísimo más barata.