Lo mejor de ser adulto es que uno ya no se cuestiona su propia estupidez. La asume con normalidad y sigue adelante. Decía
Schopenhauer que los hombres habían inventado la vida de sociedad porque les era más sencillo soportar a los demás que soportarse a sí mismos.
Shopenhauer sería hoy en día un blogger enloquecido y no habría tenido tiempo de descifrar la primera de las claves del universo; no cambiaría su carácter gruñón, pero en vez de asuntos profundos se conformaría con comentar la semifinal del mundial de fútbol entre Italia y Alemania.
Y si
Schopenhauer podría hacerlo, ¿por qué no puedo intentarlo yo, periodista deportivo frustrado, mandril con camisa, cronista de revista?
Empiezo analizando a
Alemania:
La llegada al banquillo de
Lutero ha iniciado una sorprendente reforma en el equipo, con resultados imprevisibles. Algunos jugadores como
Karl Marx se empeñan en recordar cada día que el mérito es colectivo, pero yo podría destacar del bloque germano a
Nietzsche, un goleador sin piedad, a
Freud, futbolista analítico no exento de polémica, al cerebro del equipo,
Goethe, y a
Hegel, extremo ambidiestro de juego inmensamente complejo.
Pero hay que decir que el camino de Alemania hasta semifinales ha estado lleno de problemas, empezando por la fuga de
Bach, y terminando por los desajustes defensivos. La defensa ha sido la línea a la que más se ha vilipendiado desde el primer día, incluso por los propios jugadores, como
Kant, ese gran crítico, aunque el líbero
Betthoven ha hecho oídos sordos y su desempeño ha ido mejorando a medida que avanzaba la competición. También generó dudas la actuación del volante
Heisenberg que tuvo un principio de indeterminación.
En cuanto a
Italia:
El entrenado,
Maquiavelo, ha urdido su trama en busca de la victoria; e inteligente, artero, autoritario, va camino de conseguirlo. Su enorme personalidad eclipsa a figuras como
Marco Polo, cuyas internadas son célebres, o los dos puntas, los inseparables
Rómulo y
Remo o la zurda genial de
Leonardo.
En la concentración premundial hubo un conato de enfrentamiento entre algunos jugadores, especialmente
Julio Cesar y
Pompeyo, una auténtica guerra civil, que se saldó con la expulsión de este último, y la actitud displicente del cuerpo técnico, sobre todo del segundo entrenador,
Pilatos, que se lavó las manos.
En la medular construye el juego un arquitecto de lujo,
Bernini, y en la portería
Luciano Pavarotti, muy criticado en su país por su sobrepeso y porque dicen que canta demasiado. En defensa los centrales de siempre,
Dante y
Petrarca, todo un clásico, y junto a ellos
Miguel Ángel, lateral de nervio y talento, capaz de cualquier logro.
No me atrevo a dar un pronóstico. Siempre he sido un poco cobarde.
Voy un poco con Alemania por
Arthur Schopenhauer que me enseñó que la metafísica a veces es la solución. Pero también voy un poco con Italia, por
Sabrina Salerno, la de la foto, que me enseñó también muchas cosas.
1 comentario:
¿Y que me dices de ese tio que tiene esa conducción de la bola, un tal Shumaker(o como se escriba)?
Mu buena, monosabio
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