Una historia triste, pero con un puntillo morboso que nos permitirá reflexionar sobre el destino (o los destinos, propensos a la sorna).
Me sorprendieron el otro día los detalles de la vida de
Anna Nicole Smith, la rubiaca de la foto, que naciera en Texas hace 40 años, sin la silicona (según afirman).
Esta señora alcanzó su primer gran momento de fama cuando salió elegida (¿eso se vota?)
Playmate del año en 1993, por la revista Playboy (que trae unos artículos buenísimos de
Norman Mailer y de otros que no me acuerdo). El segundo bombazo mediático fue su boda con el archimillonario
Howard Marshall, un año después, caballero cuya fortuna personal se elevaba hasta los 1600 millones de dólares, y su edad hasta los 89 años.
El caso es que el anciano la cascó (como presagiaba esta foto tremebunda que adjunto).
Y ella empezó la batalla legal por los milloncejos.
Después de tiras y aflojas, cuando todavía no había podido disponer de la fortuna "merecida", va la tía y se muere también.
Y ahora sigue la pelea por la herencia, claro.
Ana Nicolasa tenía una hija de 5 meses, y tres hombres se disputan su paternidad. Vivir para ver.
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