He dormido once horas y, quieras que no, ya empiezo a ver la luz.
Esta semana ha sido dura, muy dura. Pero es lo que tiene el trabajo, que a veces es necesario, otras gratificante y otras una mierda como la cabeza de un bisonte.
Lo peor de mi (nuestra) empresa es que soy, al mismo tiempo, dueño codicioso, mi propio jefe, exigente y cabrón, y el empleado más dócil (cualquiera se atreve a levantarle la voz a sí mismo).
Gran parte de mis ralladas (no todas) de la semana han tenido que ver con el (excesivo) trabajo que ese imbécil de jefe que tengo (a la sazón, yo mismo) ha considerado razonable.
Ayer por la noche me cepillaba los dientes y me miraba con el desdén del capitalista, la ojeriza inquisitiva del sargento chusquero y el desprecio del empleado quemado.
Al final, en la trifulca ontológica, ganó mi yo proletario. Me despedí con mirada de mala uva, pensando ante el espejo: a quién se la habrá chupado este capullo pa llegar a ser mi jefe.
5 comentarios:
Ten cuidado, hombre revenido, creo que la pesadilla de Tyler Durden empezó por ser algo parecido a lo que estás contando...
Puede ser, empanadilla, todo ha empezado por la falta de sueño...
Menos mal que el finde me ha devuelto a la realidad. Y pensándolo bien, no me quejo. Pero no deja de ser irónico ser tu propio jefe y putearte a ti mismo. Sin falsos colegueos.
Te va a salir por un pico el psiquiatra como no duermas un poco más y seas más tolerante con tus empleados.
O contrata a uno de RRHH para que sea él quien putee a ese empleaducho que se atreve a mirarte con ojeriza.
¡¡Espero que hayas descansado mucho y mañana todo vaya mejor!!
Estoy recuperado, Caracolico. Dormir y tener sueños buenos (de todas clases) ha sido mi mejor terapia.
¿Puedo ser tu empleada? Nunca me he atrevido a levantarle la voz a mi jefe... (Mi jefe es mi pare)
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