Dicen que soy tímido, soso, intrascendente. Yo prefiero decir que soy un cortado descafeinado. De sobre, porque me diluyo en la leche agria de la existencia.
Odio a la gente, así en abstracto. En persona los odio mucho más, cuando veo que tienen inquietudes, miedos, problemas. Me autolesiono porque no tengo valor para las peleas. Viajo a países de riesgo sin vacunar, con la esperanza de una hermosa epidemia a mi regreso. Qué suerte los leprosos de la India, tan resignados.
Anoche envenené a mi mejor amigo por empeñarse en sostener que era más desgraciado que yo.
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2 comentarios:
Esto me recuerda a las típicas charlas de madres a la salida del colegio. Si hablan de lo bueno que son los críos, el de todas es el más cielo... pero si hablan de cuál es el más bicho, también gana el de cada una.
Sí, Ana, también las maldades y las desgracias son envidiadas. Somos así de complejos (y llenos de complejos complejos).
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