Se me revientan los botones del pantalón de la paciencia. Me reencuentro conmigo mismo, que es la cicuta azucarada y el electroshock. Se puede ganar y se puede perder. Sé que gano mi temple y mi testosterona. Sé que pierdo la tinta de calamar (y pierdo esa otra cosa que nunca nombro aquí).
Se me escapa la sombra como a
Peter Plan, ese aprendiz de perdedor.
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