Al igual que Andre Gide (1947) y François Mauriac (1952), Albert Camus ganó en 1957 el premio Nobel de literatura (que por lo visto le tocaba cada 5 años a un francés). El autor de "La Peste", al saberse ganador (merecidísimo ganador, por cierto), escribió una carta a su profesor del colegio.
19 de noviembre de 1957
Querido señor Germain:
Esperé a que se apagara un poco el ruido que me ha rodeado todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza y su ejemplo, no hubiese sucedido nada de todo esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso en ello continúan siempre vivos en uno de sus pequeños escolares, que, pese a los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido.
Lo abrazo con todas mis fuerzas.
Albert Camus
10 comentarios:
HombreRevenido, el gesto fue ejemplar. Yo, cuando me comunicaron lo mismo que a Camus, hice lo propio con la madre Bernarda, la que me tocó en Berreos, mi primera de mis muchas guarderías.
Ahora en serio, gran y preciso gesto. Por cierto, la contestación de Louis Germain tampoco se quedó atrás.
(quise decir precioso, no preciso)
Los comentarios de los demás, los míos, quiero decir, son contingentes, Lux, pero los tuyos son necesarios, sin duda.
Un abrazo
¡Buen maestro,sin duda!
De bien nacido es ser agradecido. Hay que tener mucha humildad para recordar a quienes te ayudan cuando no eres nadie, y este señor demostró tenerla.
Saludos.
Grande, Luxindex.
Yo a veces pienso en lo que le diría a algunos de mis profesores preferidos. Aunque también hay otro en concreto (con el que me cruzo de vez en cuando por Huesconsin) al que fantaseo con telegrafiarle el mensaje en la cara... con el puño.
Aunque como soy un simio pacífico, nunca llevaré a cabo la fantasía. Prefiero recordar a los buenos maestros, que los hubo y dejaron una huella imborrable.
JL Ríos, muy bien ahí.
Realmente ha completado el post con la contestación. Hay que quitarse el sombrero.
<Sonia, si contribuyó a forjar a Camus, hizo un gran bien a toda la humanidad.
Elvis, sin duda. Engrandece todavía más su figura.
Ojalá todos los escritores aprendieran a dejar su vanidad (necesaria para crear) aparcada siempre al lado de la máquina de escribir.
Gente buena. Y humilde (Camus lo fue, de clase social, hasta que destacó como escritor).
Un amigo mío, riojano, no fue tan liberal. Iba paseando por el Retiro y se encontró con el profe que le había machacado a hostias. ¿Sabes quién soy?, le preguntó con una sonrisa. "Claro, si no, no te daría esto", y le soltó una hostia que casi se cae al suelo.
Mi amigo siempre se ha sentido en paz con respecto a ese acto.
NáN, tu amigo hizo bien.
Hay que ser justo, en lo bueno (la de Camus) y en lo malo (la de tu amigo).
“Necesarios” por prescindibles, en eso estoy de acuerdo, José Luis, pues para que luzca algo siempre hará falta su contrario.
HombreRevenido, hace casi dos años me crucé por la calle con uno de los pocos maestros queridos por mí. Éste fue el no muy ingenioso pero real inicio de la conversación:
—Don Marcelo, ¿se acuerda de mí?
—Pues, la verdad, ni idea… ¡Anda ya, cómo no! Pero no me trates de don, Lux.
—De acuerdo, don Marcelo… Huy, vaya, perdone. La costumbre…
Y me invitó a un café donde charlamos de mil cosas.
Viejito como estaba, aún me impresionó. O quizá por eso, aún me impresionó más.
Gran, grandísimo, maestro fue, ¡es!, don Marcelo. ¿Su especialidad? Dar ejemplo con cariño inteligente, autoridad y gracia: con arte del bueno.
Es un señor muy especial. Yo le tengo tela de estima.
Luxindex, muy bonito ese encuentro. Qué pena que no se dé más reconocimiento a los maestros buenos, porque posiblemente hacen más bien que cualquier otro oficio.
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