En sus excursiones sexuales por el norte de Africa, André Gide solía decir a los chicos con quienes se divertía: "Tú no tienes por qué saberlo pero en Francia soy un escritor muy conocido, aun famoso. Cuando conozcas a otros franceses, cuéntales que has estado conmigo para que vean que conoces a gente importante, para que te respeten". Impresionados, agradecidos, los chicos le pedían su nombre. El afable y calvo señor de lentes respondía invariablemente: François Mauriac.
(Edgardo Cozarinsky, en "Museo del chisme")
6 comentarios:
jajajaja, que nivel de maldad y retorcimiento.
me encanta.
¡Qué malo! Jejeje.
Molinos, nivel máximo de retorcimiento. Hasta para la maldad hay que valer.
Aras, ni te imaginas. Con decir que era escritor...
Estimado HombreRevenido, no fue como lo cuenta el argentino Edgardo Cozarinsky. Fue mucho más retorcido. Fue algo así como Testigo de cargo. ¿Recordáis la enrevesada trama de esa película?
François Mauriac, de suyo atormentado, pero, ¿quizá por eso?, perspicaz conocedor de la naturaleza humana, sabía que el ser humano aprecia más lo escondido que lo patente, que le convence más lo desvelado que lo visto, que sucumbe antes a la privilegiada confidencia que al clamor popular, que gusta más de la sorpresa que del prosaico diario.
Así, Mauriac, temeroso de que sus irrefrenables correrías sexuales trascendieran, ideó firmarlas (dar su nombre) ante todos los participantes, o incómodos testigos, de las mismas. Pero, paralelamente, en otros foros, socialmente más exclusivos o reservados, a unos pocos, muy poquitos, les sembró el arcano de que Gide andaba por ahí, en esas circunstancias, haciéndose pasar por él, por Mauriac. Hecho esto, se sentó a esperar a que el tiempo e, insisto, la naturaleza humana hiciese su parte, como así fue.
¿Qué pasó? Pasó que, efectivamente, al principio se habló y mucho de las escandalosas para la época andanzas homosexuales de Mauriac. Pero pronto se activó, propaló e impuso la guardada y sorprendente noticia (hasta entonces, ya digo, reservada; es decir, que prestigiaba a quien la difundiese) de que era Gide haciéndose pasar por Mauriac.
Y así quedó la historia durante años hasta que hace poco la verdad, como ocurre casi siempre, acabó imponiéndose: No fue Gide; ¡fue Mauriac haciendo, digamos, de Mauriac!
¿Que cómo se sabe lo anterior? Muy fácil, basta con leer la biografía autorizada que Jean-Luc Barré (T. 1, 2009; T. 2. 2010) escribió sobre François Mauriac.
¿Moraleja? La policía no es tonta.
Bien, Luxindex, pocas veces es más largo el comentario que el post. Pero la conjetura lo merece.
Este mundo es tan raro que no me extrañaría nada que tuvieras razón. Aunque sospecho también de Jean-Luc Barré, que es exactamente igual que Gidé con peluca.
HombreRevenido, pues su hipótesis de la peluca no la veo ni un pelo descabellada.
Publicar un comentario