No recuerdo por qué azares del destino caí en esta página de la Wikipedia donde un señor me pide dinero pero, al tiempo, me da la sabiduría.
Recoge unas palabras del ilustre divulgador
Carl Sagan:
"En mi garaje vive un dragón que escupe fuego por la boca". Supongamos que yo le hago a usted una aseveración como ésa. A lo mejor le gustaría comprobarlo, verlo usted mismo. A lo largo de los siglos ha habido innumerables historias de dragones, pero ninguna prueba real. ¡Qué oportunidad!
— Enséñemelo — me dice usted.
Yo le llevo a mi garaje. Usted mira y ve una escalera, latas de pintura vacías y un triciclo viejo, pero el dragón no está.
— ¿Dónde está el dragón? — me pregunta.
— Oh, está aquí — contesto yo moviendo la mano vagamente —. Me olvidé de decir que es un dragón invisible.
Me propone que cubra de harina el suelo del garaje para que queden marcadas las huellas del dragón.
— Buena idea — replico —, pero este dragón flota en el aire. Entonces propone usar un sensor infrarrojo para detectar el fuego invisible.
— Buena idea, pero el fuego invisible tampoco da calor. Sugiere pintar con spray el dragón para hacerlo visible.
— Buena idea, sólo que es un dragón incorpóreo y la pintura no se le pegaría.
Y así sucesivamente. Yo contrarresto cualquier prueba física que usted me propone con una explicación especial de por qué no funcionará. Ahora bien, ¿cuál es la diferencia entre un dragón invisible, incorpóreo y flotante que escupe un fuego que no quema y un dragón inexistente? Si no hay manera de refutar mi opinión, si no hay ningún experimento concebible válido contra ella, ¿qué significa decir que mi dragón existe? Su incapacidad de invalidar mi hipótesis no equivale en absoluto a demostrar que es cierta. Las afirmaciones que no pueden probarse, las aseveraciones inmunes a la refutación son verdaderamente inútiles, por mucho valor que puedan tener para inspiramos o excitar nuestro sentido de maravilla. Lo que yo le he pedido que haga es acabar aceptando, en ausencia de pruebas, lo que yo digo.
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4 comentarios:
Es una reflexión magnífica. Si en vez de un dragón ponemos a Dios todo cuadra.
Y sin embargo todavía quedarán las creencias: en Dios, en la quiromancia, en la piedra filosofal, en la astrología... e incluso en la economía.
Es una pena que no pueda ver la foto, chiflándome como me chiflan los dragones, las refutaciones y las excitaciones.
Aunque unos y otras tengan el don de la invisibilidad, están ahí. No hay duda.
lo mismito le dije yo a mi dragón antes de que me chamuscase.
Espartaco, no sólo a Dios, es verdad.
La economía existió. La tengo en mi colección de fósiles.
Nancy Botwin, una gran pena, porque era la mejor foto de toda la historia de las fotos a los dragones. Ya es mala suerte...
Pazzos, descreídos, sí, pero con traje ignífugo por si las moscas.
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