Leía ayer que el 10% de la población mundial de todos los tiempos vive en la actualidad. Me sorprendió el dato.
Si contamos que ahora somos 6.800 millones, en el siglo XVIII no llegaban a 1.000 millones y en el año 1 eran 200 millones... a lo mejor no es una exageración tan grande como parece.
Somos un huevo, eso queda claro. Y no hay que obviar que la historia (con o sin mayúscula) la escriben personas, no consiste simplemente en dejar pasar el tiempo. Por lo tanto, si lo pensamos un poco, vivimos el momento más crucial de la historia de la humanidad, porque este momento lo comparte más gente que nunca (dejando para la posteridad un hijo, un árbol o un perfil de
facebook). Y eso nos lleva a otro concepto inquietante, la contemporaneidad.
Siempre me fascinó la historia de la Tabla Periódica de los elementos, desarrollada por
Dmitri Ivánovich Mendeleiev en Rusia, y al mismo tiempo por
Julius Lothar von Meyer en Europa Central. Me imagino el chasco de los dos, sobre todo el de
Meyer, que lo contó el último. Sus trabajos eran contemporáneos (y complementarios también, por suerte), pero lo fueron a posteriori. Es decir, qué hace a algo contemporáneo de algo, ¿comprartir un mismo instante en el tiempo o el conocimiento posterior de ese hecho?.
Hoy en día (perdura mi asombro) el conocimiento viaja instantáneamente gracias a internet, que hace zozobrar cargueros chinos por las distracciones típicas aunque también nos pone en contacto milagrosamente. Los avances científicos multipersonales, las plataformas de colaboración en la red, las reacciones masivas, los engaños masivos, las iluminaciones masivas, las pérdidas de tiempo masivas. Somos más gente que nunca y estamos más interconectados que nunca.
Como las células de un mismo cuerpo, actuamos con total libertad pero dentro del mismo entramado, porque la información nos determina.
El aire hace al águila, decía
Goethe.
El medio determina al mono, diríamos nosotros.
Y resulta que el medio apenas nos limita y, sin embargo, nos dota (como el aire al águila y al mochuelo) de una libertad absoluta. Por primera vez podemos saltarnos modas, tópicos, prejuicios y otras anomalías estadísticas. Podemos ser individuos que se expresan exactamente como son, que pueden decidir (con la máxima información disponible).
Podemos acabar con la explotación, podemos acabar con el hambre, con las enfermedades, con la demagogia, podemos enseñarnos unos a otros, educarnos, convencernos, reconocernos. Ya no dependemos de ningún mesías, por primera vez el progreso depende un poco de cada uno.
Y todo de forma contemporánea; en el latido de un segundo la mejor idea puede cruzar millones de mentes.
Pero... (siempre hay un pero,
homo adversatibus)
La libertad nos aterra. Nos aterra abandonar el rebaño, nos aterra la individualidad. Nos aterra la responsabilidad de nuestros actos. Nos aterran las soluciones complejas. Nos aterra pensar más de la cuenta.
Decir "nos", por supuesto, es una forma de decir "me".
Como también nos sobran los recursos y las excusas podemos echarle la culpa a la inercia de 50.000 millones de antepasados.
Eso eso, ahora que que no hay distancias, ahora que no podemos escondernos, ahora que estamos al mando, nos inventaremos un dios o un culpable y fingiremos impotencia un rato más, agarrando con las dos manos nuestros barrotes de regaliz.
Decidido.
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6 comentarios:
Me cae usted bien.
A mi me cae también bien (muy bien diría yo) pero, jo, cada vez nos pone tareas más complicadas. Del texto, yo entiendo que podría haberlo planteado al revés, que una mala o fatal idea puede propagarse como la pólvora y que hay mucha gente que ya no tiene miedo a expresarse. Le diré un secreto: todavía resuena en mi cabeza el 'no muestres tus ideas' que un día, con Franco aún calentito, me dijo mi madre mirandome a los ojos. Trato de superarlo de blog en blog.
¡Qué buena reflexión te has marcado! La verdad es que me surgen un montón de cuestiones... Ahí va una: ¿no será que esta sensación de que antes se hacía algo único y ahora todos somos completamente previsibles se puede explicar por pura estadística? Es decir, cuanto mayor es el tamaño de la muestra, menor es la dispersión de las propiedades medias que la caracterizan.
Ra, la simpatía es mutua.
Yo me esfuerzo en lo contrario, pero a veces escribo tochos como este, tan ingenuos que caigo medio bien.
Gracias, Nhtg, tienes mucha razón en lo que dices (tendré que matarte entonces), aunque yo prefiero mantener el tono esperanzado y centrarme en nuestras fortalezas y no en nuestras debilidades.
Cualquier herramienta que ayude a expandir el conocimiento también puede expandir la ignorancia, es así. Al menos la responsabilidad es nuestra, ya podemos contrastar las cosas, si nos conformamos es nuestra culpa.
Timonera, buen enfoque. La multitud, estadística e instintivamente, nos lleva hacia el gregarismo. A lo mejor no se trata de destacar, sólo de avanzar. A lo mejor no hacen falta miles de actos libres a lo largo del día, podemos empezar por uno o dos.
he oido regaliz???
ñam ñam
Eso Pitufa, que no se te olvide traer.
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