Una semana de invierno fue suficiente para que la cigarra, hambrienta, se diera cuenta de su error. Con el orgullo malherido, recordando sus sesteos e imprevisiones, se dirijió al hormiguero individual, con parking y trastero, donde había visto almacenar comida desde la primavera.
Llamó a la puerta, compungida, y en lugar de encontrarse a una hormiga altiva, cobrándose su justa venganza, halló a un insecto apesadumbrado.
Improvisaron un abrazo.
Entonces fue cuando la hormiga, temblorosa, con las cuatro manos cubriéndose el rostro, se lo confesó todo: “¿sabes?... yo… no tengo medida… empiezo a comer y no sé parar”.
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1 comentario:
Esta versión de la hormiga y la cigarra desprende mucha humanidad.Me ha encantado,es tan tierna!
Sonia
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