sábado, abril 19, 2008

Literadora en la trituratura (Mijail Bulgakov, el genio proscrito)

El nigromante estaba recostado en un sofá muy grande, rodeado de almohadones. Al barman le pareció que el artista iba vestido todo de negro, con camisa y zapatos puntiagudos del mismo color.

— Yo soy — dijo el barman, en tono amargo— el encargado del bar del teatro Varietés...

El artista alargó una mano, brillaron las piedras en sus dedos, y obligó al barman a que callara. Habló él muy exaltado:
— ¡No, no! ¡Ni una palabra más! ¡Nunca, de ningún modo! ¡No pienso probar nada en su bar! Mi respetable caballero, precisamente ayer pasé junto a su barra y no puedo olvidar ni el esturión ni el queso de oveja. ¡Querido amigo! El queso de oveja nunca es verde, alguien le ha engañado. Suele ser blanco. ¿Y el té? ¡Si parece agua de fregar! He visto con mis propios ojos cómo una muchacha, de aspecto poco limpio, echaba agua sin hervir en su enorme samovar mientras seguían sirviendo el té. ¡No, amigo, eso es inadmisible!


— Usted perdone — habló Andréi Fókich, sorprendido por el inesperado ataque —, no he venido a hablar de eso y el esturión no tiene nada que ver...
— ¡Pero cómo que no tiene nada que ver! ¡Si estaba pasado!
— Me lo mandaron medio fresco —dijo el barman.
— Oiga, amigo, eso es una tontería.
— ¿Qué es una tontería?
— Lo de medio fresco. ¡Es una bobada! No hay término medio, o está fresco o está podrido.
— Usted perdone — empezó de nuevo el barman, sin saber cómo atajar la insistencia del artista.
— No puedo perdonarle — decía el otro con firmeza.

— Se trata de otra cosa — repuso el barman muy contrariado.
— ¿De otra cosa? — se sorprendió el mago extranjero — ¿Y por qué otra cosa iba a acudir a mí? Si no me equivoco, sólo he conocido a una persona que tuviera algo que ver con la profesión de usted, una cantinera, pero fue hace muchos años, cuando usted todavía no había nacido. De todos modos, encantado. ¡Asaselo! ¡Una banqueta para el señor encargado del bar!
El que estaba asando la carne se volvió, asustando al barman con su colmillo, y le alargó una banqueta de roble. No había ningún otro lugar donde sentarse en la habitación.

(...)
— Me gustan los asientos bajos — habló el artista —, la caída tiene siempre menor importancia. Bien, estábamos hablando del esturión. Mi querido amigo, ¡tiene que ser fresco, fresco, fresco! Ése debe ser el lema de cualquier barman. ¿Quiere probar esto?

A la luz rojiza de la chimenea brilló un sable, y Asaselo puso un trozo de carne ardiendo en un platito de oro, la roció con jugo de limón y dio al barman un tenedor de dos dientes.
— Muchas gracias... es que...

— Pruébelo, pruébelo, por favor.

El barman cogió el trozo de carne por compromiso: en seguida se dio cuenta de que lo que estaba masticando era muy fresco y, algo más importante, extraordinariamente sabroso. Pero de pronto, mientras saboreaba la carne jugosa y aromática, estuvo a punto de atragantarse y caerse de nuevo. Del cuarto de al lado salió volando un pájaro grande y oscuro, que rozó con su ala la calva del barman. Cuando se posó en la repisa de la chimenea junto al reloj, resultó ser una lechuza. "¡Dios mio!" — pensó Andréi Fókich, que era nervioso como todos los camareros, "¡Vaya pisito!".

— ¿Una copa de vino? ¿Blanco o tinto? ¿De qué país lo prefiere a esta hora del día?
— Gracias... no bebo...
— ¡Hace mal! ¿No le gustaría jugar una partida de dados? ¿O le gustan otros juegos? ¿El dominó, las cartas?
— No juego a nada — respondió el barman ya cansado.
— Pues... ¡hace mal! — concluyó el dueño — digan lo que digan, siempre hay algo malo escondido en los hombres que huyen del vino, de las cartas, de las mujeres hermosas o de una buena conversación. Esos hombres o están gravemente enfermos, o tienen un odio secreto a los que les rodean. Claro que hay excepciones. Entre la gente que se ha sentado conmigo a la mesa en una fiesta, había a veces verdaderos sinvergüenzas. Muy bien, estoy dispuesto a escucharle.

— Ayer estuvo usted haciendo unos trucos...
— ¿Yo? —exclamó el mago sorprendido —; ¡por favor, qué cosas tiene! ¡Si eso no me va nada!
— Usted perdone — dijo anonadado el barman —. Pero... la sesión de magia negra...
— ¡Ah, sí, ya comprendo! Mi querido amigo, le voy a descubrir un secreto. No soy artista. Tenía ganas de ver a los moscovitas en masa y lo más cómodo era hacerlo en un teatro. Por eso mi séquito — indicó con la cabeza al gato — organizó la sesión, yo no hice más que observar a los moscovitas sentado en mi sillón. Pero no cambie de cara y dígame: ¿y qué le ha hecho acudir a mí que tenga que ver con la sesión?
— Con su permiso, entre otras cosas, volaron algunos papelitos del techo... — el barman bajó el tono de voz y miró alrededor, avergonzado — y todos los recogieron. Llega un joven al bar, me da un billete de diez rublos, y yo le devuelvo ocho cincuenta... después otro...
— ¿También joven?
— No, de edad. Luego otro más, y otro... Yo les daba el cambio. Y hoy me puse a hacer caja y tenía unos recortes de papeles en vez del dinero. Han estafado al bar una cantidad de ciento nueve rublos.
— ¡Ay, ay! — exclamó el artista —, ¿pero es cierto que creyeron que era dinero auténtico? No puedo ni suponer que lo hayan hecho conscientemente.
El barman le dirigió una mirada turbia y angustiada, pero no dijo ni una palabra.
— ¿No serán unos cuantos granujas? — preguntó el mago preocupado —. ¿Es que hay granujas en Moscú?
La respuesta del barman fue nada más que una sonrisa, lo que hizo disipar todas las dudas: sí, en Moscú hay granujas.
— ¡Qué bajeza! — se indignó Voland —. Usted es un hombre pobre... ¿verdad que es pobre?
El barman hundió la cabeza entre los hombros y quedó claro que era un hombre pobre.
— ¿Qué tiene ahorrado?
El tono de la pregunta era bastante compasivo, pero no era lo que se puede llamar una pregunta hecha con delicadeza. El barman se quedó cortado.
— Doscientos cuarenta y nueve mil rublos en cinco cajas de ahorro — contestó de otra habitación una voz cascada— y en su casa, debajo de los baldosines, dos mil rublos en oro.
El barman parecía haberse pegado al taburete.
— Bueno, en realidad, eso no es mucho — dijo Voland con aire condescendiente —, aunque tampoco lo va a necesitar. ¿Cuándo piensa morirse?
El barman se indignó.
— Eso no lo sabe nadie y además, a nadie le importa — respondió.
— Vamos, ¡que nadie lo sabe! — se oyó desde el despacho la misma odiosa voz —. ¡Ni que fuera el binomio de Newton! Morirá dentro de nueve meses, en febrero del año que viene, de cáncer de hígado, en la habitación número 4 del hospital clínico.



Extracto de "El maestro y Margarita"
obra maestra de Mijail Bulgákov (1891-1940)
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8 comentarios:

Serjuzu dijo...

Eres un sinvergüenza,... No me he leído ni las primeras 4 líneas,... ¿pero a donde vas poniendo tanta letra junta?

HombreRevenido dijo...

"Mucha letra junta" es una interesante forma de llamar a la literatura, Serjuzu.
¿Se os olvida que aquí se viene a aprender? Pues al menos sufrid.

Wilwarin dijo...

Pues a mi me ha gustado. La obra entera he de confesar con vergüenza que no la he leído...

HombreRevenido dijo...

No es un libro muy conocido, Wilwarin. Estás disculpadísima.

Eso sí, recomendable al 100%, una sátira muy completa: inteligente, divertida, desconcertante...

Jasmonato dijo...

A mi me ha enganchado. Cuando termine los 3 libros que tengo empezados y los nosecuantísimos que tengo en lista de espera, igual le echo un ojo. Qué tal es la película?

HombreRevenido dijo...

Jasmonato, creo que hay una película, sí, pero es rusa. Poco lograda, imagino.
Pero la novela es formidable. Haces bien en tenerla en cuenta.

Jasmonato dijo...

Lo he mirado y Wikipedia dice:

Adaptaciones cinematográficas

* "Master i Margarita" (2005) (mini)
* A Mester és Margarita (2005) (TV)
* Master i Margarita (1994)
* Incident in Judea (1991) (TV)
* "Mistrz i Malgorzata" (1990) (mini)
* Maestro e Margherita, Il (1972)
* Pilatus und andere - Ein Film für Karfreitag (1972) (TV)

HombreRevenido dijo...

Dudo que hayan dado en el clavo al recrear la novela, Jasmonato.
Pero la verdad es que hay una buena lista. Mejor el libro, creo yo, y si podéis, leedlo en versión original, en ruso.
O no.