martes, mayo 07, 2019

Horizontes


Empecé a leer el cómic The Walking Dead hace mucho tiempo. Más o menos cuando empezó la serie de televisión, en el año 1959. Me gustaba el planteamiento inicial, sin ser yo nada de zombies (o tal vez por eso). Me enganché y fantaseaba con cuál sería el desenlance de ese sindiós, hasta que leí una entrevista con su autor (voy a buscarlo en Google... aja,  Robert Kirkman) en la que explicaba que tardaría "al menos" 10 años en acabarla. ¡10 años! Me cagué en su puta estampa y abandoné.
Lo cuento porque encaminarse a un final nunca le viene mal a la ficción. Nadie aguantaría una Champions League sin una final, ni tiene el mismo punch un polvo sin la promesa del orgasmo por venir.

Siempre que uno se engancha a una serie minoritaria, a una saga de libros o a una de películas, vive el final como un acontecimiento importante, aunque luego resulte solitario, personal.
Pero con los finales de las series más populares, qué sé yo, Los Soprano, Perdidos, Breaking Bad o, en la actualidad, Juego de Tronos, la experiencia se vuelve algo compartido (como la final de la Champions, no, en este caso, como un orgasmo, salvo que uno viva en un silencioso edificio muy concurrido o en un convento).

Se van a juntar dentro de 2 semanas la final de Eurovisión con la Final Four de la Euroliga de baloncesto y el episodio final de Juego de Tronos y yo echo humo. Reconozco que lo que suceda me da igual y, sin embargo, me sobreexcito ante la simpleza de una cuenta atrás. Soy un simio muy primario.

Me gusta ver a la multitud pendiente de algo, aunque normalmente no me guste la multitud. Hay algo de comunión de las masas digno de estudio.

Por cierto, el domingo se consumó el descenso del Huesca a Segunda, después de un increíble año en Primera. Y fue bonito, porque la gente aprovechó para derrochar amor como antídoto frente a la frustración.



 Se celebra lo que fue. Se empieza a visualizar lo que vendrá. Hacen falta finales. Y también buenos principios, claro está.

4 comentarios:

Carmina dijo...


Orea cosa para lo que sirven los finales es para que se escriban cienes y cienes de artículos con opiniones muy apasionadas a favor y en contra de los finales (sobre todo pasa con las series). Estoy con una de la que me he cepillado siete temporadas en paln maratón y ayer, buscando el nombre de un actor que me habia parecido muy guapo, di con un artículo tan minucioso que parecía el informe de una autopsia. No dejaba títere con cabeza. Y, por supuesto, le daba un repaso a los guionistas y un vapuleo al final digno de mejor causa (una teoría del conocimiento por lo menos).

Mis condolencias por lo del Huesca. Que conste en acta que cuando leí la noticia en lo primero que pensé fue en ti.

Elvis dijo...

Todo lo efímero es bello. Eso sí, cada cual interpreta el final como le viene en gana...
Saludos.

El niño desgraciaíto dijo...

Conjunción cósmica. Azar de calendarios...

HombreRevenido dijo...

Carmina, gracias por las condolencias. Lo llevamos bien. No hay duelo.

Los finales sobreexcitan la imaginación y a los periodistas digitales. Menuda turra nos dan siempre.

Elvis, eso es verdad. Cualquier final es siempre un final abierto. Mira las religiones... :)

Niño desgraciaíto, se nos viene todo encima y de una sola vez. Además será mi cumpleaños pronto.