Pero aun sin catástrofe, la humanidad cambia constantemente y, con ella, las creaciones del pasado y los personajes históricos: el presente engendra el pasado; el Cervantes que escribió el Quijote no es el mismo que el Cervantes de hoy; aquél era aventurero, lleno de vida y despreocupado humor; el de hoy es académico, envejecido, escolar, antológico. Lo mismo pasa con Don Quijote, oscilando entre la ridiculez y la sublimidad, según la época, la edad de los lectores y su talento. No hay tal abismo entre la realidad y la ficción. Hoy es tan real —o tan ficticio— Cervantes como Don Quijote. Al fin de cuentas, nosotros no hemos conocido a ninguno de los dos y no nos consta su existencia o inexistencia efectiva, de carne y hueso; de ambos tenemos una noticia literaria, llena de creencias y suposiciones. En rigor, Don Quijote es menos ficticio, porque su historia está relatada en un libro, en forma coherente, lo que no sucede con la historia de Cervantes.
Qué cierto el post de hoy. Bueno, yo no lo he entendido del todo.
Le daremos el mérito a Ernesto Sabato, que fue el que lo escribió.
Aunque, ojo, yo lo he tecleado. Al César lo que es del César.
5 comentarios:
Hay que ver que libros tan sesudos lees. Y yo con una novela policíaca de Fred Vargas. Comprenderia perfectamente que me prohibieras la entrada a tu blog, por frívola y superficial.
Hay que leerlo todo, Carmina, sobre todo novela policiaca. Así cuando haya un crimen podréis ayudar a resolverlo (aunque al principio seréis los principales sospechosos por todas esas artimañas que aprendéis).
Prométeme que cuando haya un asesinato en la Academia, ne avisarás antes de llamar a la policía. Es muy importante ver el escenario del crimen antes de que lo toque nadie,
Sábato es muy grande.
Claro, Carmina, aunque Dios quiera que no pase nunca. Porque habrá que limpiar mucho.
Niño Desgraciaíto, mucho. Un pensador fino fino.
Publicar un comentario