Como todo el mundo sabe,
San Lorenzo nació en Huesca (la romana Osca) en el año 225. Entonces lo llamaban únicamente Lorenzo, claro. Medró tanto en aquella
start-up que era entonces el cristianismo, que consiguió un puestazo al lado mismo del Papa Sixto II (que no fue el sixto papa, fue el vigésimo-sixto).
La cuestión es que cuando el emperador
Publio Licinio Valeriano, que era un mendrugo de mucho cuidado, decidió perseguir con fuerza el cristianismo, a nuestro oscense le pilló en medio. Todos conocéis el martirio que le tocó por sorteo:
ser quemado vivo en una parrilla.
Por eso la iglesia de San Lorenzo, en Huesca, tiene ese símbolo a la entrada.
También cuenta la tradición que estando San Lorenzo en mitad de su tormento, se envalentonó y le dijo a sus verdugos: "Dadme la vuelta, que por este lado ya estoy hecho".
Genio y figura.
Lo que San Lorenzo no sabía era que en Osca, varios días antes de la ejecución, se había producido una reunión clandestina en un lugar a las afueras llamado Rotondum. Reunión que también se homenajea en este monumento (aunque si preguntas te dirán: "¿Rotondum? ¿Eso que es? No sabemos dónde está ese sitio").
En aquella reunión se tomó la dramática decisión de
rescatar a Lorenzo. Pero ¿quién podía ser el loco que se atreviera a algo así? Tenían que entrar en Roma, la capital mundial (de entonces) y desafiar al mayor ejército conocido. Sólo había un escuadrón en el mundo capaz de ello:
Los 27 samuráis.
En la siguiente foto podemos ver una antigua estatua de la ciudad que representa a uno de estos feroces guerreros. Por supuesto sin placas, sin nombres, porque todo forma parte de un gran acertijo que nadie se ha atrevido a desvelar.
Los 27 samuráis, puente entre Asia y Europa, muchos siglos antes que Marco Polo, se presentaron frente a las murallas de Roma a la hora del martirio de San Lorenzo. Tenían el plan más sofisticado que podáis imaginar.
Entraron en la ciudad con un mulo, haciéndose pasar por comerciantes.
Nadie sospechó del animal, pero llevaba a su espalda una carcasa metálica con kilos y kilos de pólvora. Cuando se acercaron al Martiriódromo, encendieron la mecha y el mulo empezó a volar, sembrando el pánico y la confusión.
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Monumento al mulo heróico en Huesca. |
Un proyectil asniforme se propulsaba entre grandes rebuznos, la gente se llevaba las manos a la cabeza asombrada y, mientras tanto, los 27 samuráis desenfundaban sus katanas, mataban a los guardias, escondían los cuerpos, rescataban a San Lorenzo (chamuscado por un único lado) y sustituían al reo verdadero por uno que pasaba por allí.
Cuando el mulo aterrizó, cada cual volvió a lo suyo, se deshicieron del cuerpo calcinado como si del verdadero Lorenzo se tratara y a otra cosa.
Corrieron los 27 samuráis y el santo liberado en pos del mar. Allí les esperaba un barco fenicio y la mayor tormenta que podáis imaginar.
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Monumento oscense conocido como "La Tempestad" |
Lorenzo, que estaba muy débil por el semi-martirio y era un hombre de secano, se tropezó y cayó a la mar bravía. Con el consiguiente chasco de los 27 samuráis, que después de hacer lo más difícil habían fallado en lo básico.
Hay una estatua en el parque de Huesca, "El hombre cargando con su destino" que viene a representar la llegada del esclavo Lorenzo a Capadocia. Lo habían recogido del mar unos piratas cuando estaba a punto de ahogarse.
Terriblemente desfigurado, San Lorenzo sólo pensaba en una cosa: VENGANZA.
Demostró rabia y grandes dotes para la lucha. Terminó convertido en un magnífico guerrero.
Fue mercenario en el ejército persa que desafió a Roma y sólo así se entiende entonces la estatua al guerrero desconocido, situada también en un lugar de privilegio del parque de Huesca.
La cruz (alegórica) en una mano y la vara (un poco menos alegórica) en la otra. El propio Lorenzo estuvo presente cuando las tropas de Sapor I capturaron al emperador Valeriano, perseguidor de cristianos. Y fue San Lorenzo, personalmente, quien le hizo tragar oro fundido y acabó con su vida.
La venganza estaba concluida.
Y la historia hubiera sido olvidada si él no hubiera regresado triunfante a la ciudad, con su enorme relato, que toda Osca guardaría celosamente durante muchos siglos. Allí envejeció y murió el santo, protegido hasta el estertor final por sus paisanos.
Pero ¿y qué fue de los 27 samuráis?
Años antes que Lorenzo, regresaron a Huesca y reunieron a los prohombres de la ciudad. Contaron su peripecia, proclamaron su fracaso, su deshonor y cometieron harakiri.
Allí, donde se derrumbó cada uno de esos valientes, Lorenzo colocó unas marcas de oro que permanecen hasta nuestros días.
Están rodeando la parrilla que vimos al principio. Justo enfrente de la iglesia de San Lorenzo, o "San Lorenzo y los 27 samuráis" (que es su denominación oficial en todos los documentos oficiales de la biblioteca secreta del Vaticano).
Bien, ya lo sabéis.
Ahora vosotros también estáis en el ajo.