Hay profesiones que exigen valor y en las que sobra la vergüenza, trabajos en los que uno ha de transformarse, se diría que incluso ha de adoptar un rol distinto al cotidiano. Pienso en los toreros, en los campeones de la lucha libre americana, en las estrellas del porno internacional.
Por extensión, pienso también en los políticos.
Creo que ellos responden a ese perfil, saltan a la arena, gladiadores mediáticos, coexisten con los gritos y abucheos del hemiciclo (de cualquier hemiciclo), se inventan, se reinventan, nos torean, fingen pelearse, fingen los orgasmos...
Es tradición en el toreo ponerse un alias, un "nombre de torero". Responde a esa metamorfosis, al espíritu que se bifurca en Jekyll & Hyde. Uno es dos, el que torea y el que pasea tranquilamente por el bulevar comiéndose un helado.
Los Frascuelo, Cúchares, Lagartijo, en el siglo XIX. Los Manolete, Litri, Parrita, Paquirri, Cordobés, Niño de la Capea, Morenito de Maracay, Yiyo, Antoñete o Espartaco en el XX.
En el wrestling americano el ejemplo es más claro. No se concibe que alguien vaya a luchar con su nombre y apellidos. Buenos días, soy John McDonald y quiero que me llamen por mi nombre para... ¡PLAF! sillazo en la cabeza.
Yo me llamo Randall Poffo... ¿poffo? ¿POFFO? Nada de eso, tío, a partir de ahora eres Randy Savage "Macho Man". Y así surgieron los Hulk Hogan, El Enterrador, El Último Guerrero, Malas Noticias Brown, Terremoto Earthquake o Los Sacamantecas.
La importancia del nombre en el porno ya fue tratado en su momento; con cierto éxito, Amarna Miller, en tuiter, nos puso un corazón (suspiro).
No se concibe, después de estos tres ejemplos, que los políticos sigan apareciendo con su nombre real. O al menos que la gente deposite su confianza en ellos. Porque presentarse sin seudónimo tendría que ser algo residual, como cuando en Marbella ganó el G.I.L.
Ojo que algunos ya hicieron sus aproximaciones a esta idea. Transformar a José Luis Rodríguez Zapatero en ZP le ayudó a ganar punch.
Porque José Luis Rodríguez solamente había uno en el imaginario colectivo...
Pedro Sánchez fue tímido cuando se puso Pdr. Podría haberse quedado con las vocales y ser Eo (mucho más animado). Pero la socialdemocracia apuesta por las consonantes.
Al objeto de lo que se expone en esta nota, esas primeras aventuras no sirven. Aunque llamar a Alfonso Guerra: "El Guerra", generó una ventaja y un éxito alegórico. Por ahí va la cosa.
Como se sabe en los pueblos, si no te inventas tu propio mote, o te decantas por uno incipiente poco doloroso, el siguiente que te ponga el grupo será mucho peor.
Mientras Pedro Sánchez ensaya con su aséptico PDR (de sonoridad ventosa), en la bancada popular pueden empezar a llamarle con sorna el Dr. No, y entre La Gente S.L. le pueden llamar... RosaSeca-Man.
Con esto afirmo lo obvio, el torero, el luchador y la actriz tienen que saber elegir su propio alias.
Porque si no, te pueden estar llamando y tú ni te enteras.
Yo tengo un sueño.
Un sueño en el que en la vida política no estará mal visto llevar antifaz o capa o complementos. Que puedas decir: por ahí viene La Pepera Enmascarada o el Capitán Catalunya y se hagan cábalas sobre su identidad secreta, y puedas votar por ellos o no votar por ellos, en armonía y libertad.
Un sueño en el que un speaker presente a los participantes en la sesión de investidura, como boxeadores. Incluso que suban al estrado en albornoz de colorines.
Un sueño en el que no tenga que votar a mujeres y hombres corrientes, con sus nombres corrientes, sino que sean estrellas del debate para adultos, con nombres sugerentes, Madame Liberté, Lilly Egalité o Jessy Fraternité.
Sería más justo, más honesto, más claro. Además, como dice el Primer Manifiesto Dadaísta: "Se es humano y auténtico por diversión, se es impulsivo y vibrante para crucificar el aburrimiento".
5 comentarios:
¡Cuánta razón tienes simio!
Toreros, campeones de la lucha libre americana, estrellas del porno internacional… y los políticos. Magnífico artículo, HombreRevenido. Da que pensar.
Al respecto, me permito indicar el extraño trasvase que se produce entre los delincuentes y los toreros hasta dar lugar a una especie de subgénero en esto de los apodos. Me explico: Juan José Moreno Cuenca, El Vaquilla; Ángel Fernández Franco, El Torete; José Hernández Marenco, La (no el) Vaquita; Antonio Mendoza Rosas, El Picador… ¿Por qué esta relación? Ni idea.
Pero centrándonos en los políticos, yo no buscaría apodos anecdóticos sino que rotundamente describieran su mandato o capacidad; vamos, como de toda la vida se hizo con los reyes: Juana I, la Loca; Alfonso X, el Sabio; Felipe II, el Prudente; Fernando VI, el Justo; Felipe IV, el Pasmado; Fernando I, el Honesto; Ordoño IV, el Malo…
Así pues, para nuestros políticos yo, por ejemplo, propondría: Mariano, el Inepto; Pedro, el Inepto; Albert, el Inepto; Oriol, el Inepto; Joan, el Inepto; Aitor, el Inepto; Francesc, el Inepto; Oskar, el Inepto; Ana María, la Inepta; Alberto, el Inepto, Pablo, el Inepto; o, Juan Carlos Monedero, el Cursi Inepto.
En fin… Aquí, haciendo amigos.
Y lo que me callo, Sonia, ¡y lo que me callo!
Luxindex, en el tema de los delincuentes (los del primer párrafo) te tengo que dar la razón. Es otro gran ejemplo de lo que yo decía.
Los delincuentes con mote (se sabe) obtienen un apego mayor por parte de las masas. Deberían tomar nota la cohorte de ineptos (si nos ponemos a faltar, me uno a la fiesta) que nos gobierna o trata de hacerlo.
Jajaja, pues sí, desde luego, a Sánchez le quedaría mil veces mejor de nombre Doctor No que PDR
Speedygirl, jeje, lo mejor es que se lo elija él mismo, pero no como no se dé prisa le vamos a acabar poniendo el mote los demás.
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