Venga, me he venido arriba y os voy a contar otra de deporte.
Es la historia de una canasta: "La canasta que cambió las reglas" como se la ha bautizado en muchas ocasiones. Vamos a verlo en clave de libro de autoayuda, quién se ha llevado mi queso, ay, quién maneja mi barca. Olvidemos que se trata de una acción deportiva, pensemos en ello como una inspiración, un ejemplo maravilloso de pensamiento lateral.
18 de enero de 1962, Varese (Italia). Eliminatoria de Copa de Europa de baloncesto entre el Ignis de Varese y el Real Madrid. Ambos equipos desafían la supremacía de los equipos soviéticos en la joven competición, pero sólo el que consiga un mayor cómputo global de puntos entre los dos partidos (en Varese y Madrid) pasará a la siguiente ronda.
La cancha de Varese era conocida por su ambiente infernal. 2.000 italianos enloquecidos apoyaban a su equipo y eso influía decisivamente. Pese a todo, el equipo español, dirigido por Pedro Ferrándiz empezó fuerte y llegó 8 puntos arriba al descanso. Pero el partido se complicó, hasta llegar al último tiempo muerto con empate a 80.
El público rugía. Al Madrid le quedaban 2 segundos para hacer una última jugada. Las posibilidades de anotar eran remotas. La prórroga parecía inevitable, además de peligrosa, ya que Hightower estaba lesionado, Sevillano y Morrison eliminados por 5 faltas. y Emiliano, Lluis y Lolo Sainz estaban con 4.
Confesémoslo, nos encantan los eurekas, las historias de iluminaciones e intuiciones repentinas. Y a veces pasan, no diré que no, pero mucho menos de lo que nos gustaría. Las soluciones arrebatadas no suelen serlo tanto cuando se analizan en profundidad.
Borges imaginaba a Colón como un marinero supersticioso que se burló de la primera persona que le contó que la tierra era redonda. Luego habló aquí y allá con otros marineros. Volvió a escuchar la teoría, observó el mar, comprobó que alguna de esas impresiones tenían su porqué, ató cabos y terminó convirtiéndose en un fanático convencido de esa idea. Tanto que decidió llevarla a cabo a lo grande. Tal vez nuestra convicciones y nuestros mejores pensamientos se forjan así, a fuego lento.
Pienso que Ferrándiz descubrió la solución a este acertijo de forma fortuita, tal vez en una conversación casual sobre baloncesto. Al principio le parecería poco más que un chiste. Con el tiempo pensaría en ello, volvería a debatirlo con personas cercanas, vería los pros y los contras...
Por eso los jugadores involucrados contaron luego que cuando Ferrándiz les explicó la última jugada no les sorprendió, Lorenzo Alocén, un pívot aragonés, fue el hombre elegido para recibir el balón en la última jugada. Ferrándiz insistió a los jugadores en los pequeños detalles.
Cualquier genio sabe que las grandes ideas se le pueden ocurrir a cualquiera, pero lo que marca la diferencia es tener el coraje de ponerlas en práctica y la gestión de los detalles.
El pabellón de Varese era una olla a presión. El Madrid puso el balón en juego y la pelota llegó a Alocén, como estaba previsto. Éste lanzó sobre la propia canasta y fingió celebrarlo.
El componente psicológico era fundamental. Tras anotar Alocén, el resto de jugadores del equipo blanco corrieron a abroncarle. El entrenador fingía tirarse de los pelos. Inmediatamente los aficionados italianos empezaron a celebrar la victoria alborozados. La situación, el error, era tan inesperado que una ola de euforia contagió a todos los presentes. Eso contrarrestaba cualquier tentación de los árbitros de intervenir y anular la canasta.
Cuando el ambiente se enfrió, ya con los jugadores en la ducha, se empezó a descubrir el pastel. El Real Madrid había preferido perder por dos puntos que exponerse a una prórroga en la que la diferencia pintaba mucho mayor. Quedaba el partido de vuelta y entre jugadores y periodistas locales se repetía la misma pregunta: "¿pero eso se puede?".
Ferrándiz sabía que sí. Vio el resquicio en el reglamento como una forma de minimizar daños y lo aplicó.
Días después, en el partido de vuelta, el equipo local remontó la eliminatoria al ganar por 18 puntos. Así se plantó en la final que perdió con el Dinamo Tbilisi.
La FIBA se vio obligada a cambiar el reglamento e incluir la siguiente aclaración: "La autocanasta anotada en los últimos instantes de un partido que evite un empate como resultado final, comportará la inmediata descalificación del equipo al que pertenezca el jugador autor de la autocanasta".
El ingenioso Ferrándiz, aún tardó tres temporadas más en ganar la primera de las 4 Copas de Europa que consiguió.
¿Cómo puede beneficiarle a alguien anotar en su propia canasta? ¿No resulta ilógico?
Pues sí, la lógica es imprescindible para razonar, pero es una trampa para la creatividad.
Muchas veces el hueco que deja la lógica lo llena la pólvora de una idea. Y una mente libre (libre de prejuicios) hace de detonador.
8 comentarios:
Me ha gustado mucho tu modo de contar esta anécdota,esa tensión narrativa que hace que no puedas parar de leer hasta el final.
Creo que te gustaría bastante esta peli:Moneyball.Me la has recordado.
Sonia
Nuestro Presi Joy no conocerá esta maravillosa historia, ¿no?
¡Pues hay que decirle que meter canastas una tras otra en la canasta de los ciudadanos no sirve! Solo vale meter una. para despistar a los hombres de negro.
He leido el titulo y estaba seguro que era esta !!
Cuantas moralejas pueden sacarse de esta aventurilla baloncestística!!
Veo en su florido escribir el corazón tremulo por alocen!
No conocía la historia y me ha encantado. Magnífica.
La picaresca española en estado puro..... Eso es Fair play y lo demás son tonterías
La historia esta llena de curiosidades y genios.
Carita de mono,vuelve por favor,te necesitamos. Feliz Navidad a todos los simios.
Sonia
Juraría que os había contestado. Y resulta que no.
Da igual. Culpo a la informática y al gigante Google. Esquivo la responsabilidad con maestría.
Sonia, no me da la vida. Se me acumula la faena. Dramático.
He visto "Moneyball" y es una peli muy interesante. Me gustó mucho.
NáN, demasiadas canastas en contra lleva. A ver si luego no vamos a poder remontar...
Chico de la Consuelo, me hago cruces por haber tardado tanto en hablar de esta canasta.
He estado investigando y este Alocén (que luego jugó en el CAI) no es familia del Alocén que jugó luego en el Peñas Huesca. Qué coincidencias.
Carmen J., ver a un visionario en acción siempre mola.
Trencilla, por lo que cuentan, tampoco aquellos italianos eran muy propensos al juego limpio. Se les estuvo bien empleado.
Aquello noerayo, hasta en algo tan prosaico (a veces) como el deporte surge la chispa.
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