Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, no sintió nada diferente que la agonía típica del oficinista. Algo aliviado fue al baño. Allí desplegó su panoplia de posturas cómicas mientras se afeitaba, única manera de sobrellevar dignamente la existencia; sobre todo los martes.
Pronto notó que algo le ocurría. Empezaron los destellos, las chiribitas. Luego su imagen comenzó a difuminarse. Se tocó la cara. Estaba helada. Se le empañaron los ojos de vaho.
Aquello era el colmo, lo que le faltaba. Pero aun así sucedió. Esa mañana Gregorio Samsa no se reflejó en el espejo. Bien al contrario, fue el espejo quien se reflejó en Gregorio Samsa.
No os creáis, niños, que aquello fue tan horrible como parece. Con el tiempo, el hombre espejo terminó cayéndole bien a todo el mundo.
* * * *
Si queréis leer microrrelatos buenos de verdad con la palabra "espejo" podéis hacerlo aquí mismo.
6 comentarios:
Me gusto tanto el micro relato como la foto.
Alberto, humildemente he de reconocer que la foto es mucho mejor.
¿El hombre espejo? La única pega que le encuentro con respecto al hombre escarabajo es que se haría añicos cuando su familia la emprendiera a escobazos con él. Por lo demás es mejorar el engendro de Kafka. ¡Enhorabuena! :-)
Chico de los tablones, nadie se enfada con el hombre-espejo. Es como enfadarse con uno mismo, y a eso no nos atrevemos.
Kafka podría abofetearme. Pero claro, yo no he muerto de tuberculosis.
Hombre...este no está tan mal (jejeje)
Maripili, los hay peores, está claro. Pero no muchos.
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