Vosotros veis las grandes manifestaciones de júbilo y fervor de la visita papal ("¡Benedicto, equis uve palito!"), veis las protestas, los desencuentros, las hostias a diestro y siniestro. Vosotros veis lo que los periódicos os señalan.
Yo, cuando veo esas aglomeraciones de gente, 300 millones de fieles católicos me salen en mi último recuento,
pienso en la sincronización de la menstruación.
Ya lo sé, es raro, pero si el pensamiento lateral es un delito, que vengan a detenerme.
No pretendemos ser desagradables, simplemente científicos.
Hablemos, por ejemplo, de las mangostas.
Las hembras mangosta de una comunidad tienen una extraña capacidad:
paren todas el mismo día. Qué caos, ¿verdad?. Pues esto tiene una explicación evolutiva. Las hembras adultas tienen una fea costumbre, comerse a las crías de las demás (es lo que tiene eliminar competencia a los propios vástagos, mi niño es el mejor, el tuyo no merece vivir, tiene pinta de ser jugosillo). ¿Cómo eliminar este problema? porque una vez nacen los retoños llega el momento de salir a cazar, que los jodíos no se alimentan solos, y en ese descuido, artera, se pone las botas la hembra compañera-rival.
Sincronía. Esa es la mejor solución que la evolución pudo inventarse. Si todas paren a la vez, todas las crías tienen las mismas posibilidades de sobrevivir. Se liman asperezas, se evitan rencores (es injusto, tú te has comido a 8 de mis hijos, mientras que yo sólo me he comido a 4 de los tuyos) y se organizan fiestas de cumpleaños masivas.
¿Es esta misma sincronía la que afecta a las mujeres?. Algunas tienen esa mala hostia típica de las mangostas, por ahí veo un paralelismo claro.
Habría
dos explicaciones interesantes:
1)
No existe realmente esa sincronización, ocurre sencillamente que hablamos de intervalos tan cortos que antes o después tienen que coincidir. Cuando coinciden son algo notable y recordado. Cuando no coincide nadie le presta atención. Por eso parece más común de lo que estadísticamente es.
2)
Sí existe esa sincronización, causada por un elemento misterioso, etéreo e invisible. ¿El Espíritu Santo? No, las feromonas.
Los hay que dicen que el hecho de vivir en el mismo sitio, recibir los mismos estímulos, las mismas horas de sol, la misma luz, etc. podrían ser la causa del fenómeno. No sé, hay opiniones para todos los gustos. La ciencia no se pone de acuerdo.
Yo creo que la clave está en saber si la evolución pudo planear algo así, como sucede con las mangostas.
Tal vez exista una sinergia clara en que las mujeres de una misma comunidad (recordemos que hasta anteayer vivíamos en cuevas) ovulen al mismo ritmo. El problema es, también, si esos beneficios no quedarían eclipsados por la confluencia masiva de síndromes premenstruales, peleas, trifulcas y demás quebraderos de cabeza para el poblado.
Pero lo de las JMJ ya no es una cuestión de ciencia, es algo más. Porque ni siquiera Dios podría contener esa manifestación de feminidad desbordante. 50 millones de católicas en "esos días", en medio de un entorno santo, sincronizándose para darle una bofetada de realidad al Santo Padre.
¿Negasteis la sexualidad?
Pues ahora lo pagaréis.
Con sangre.
Por todas partes.
.
2 comentarios:
Animales acojonantes, biología y defensa contra las artes oscuras, si señor! perfecta academia de verano. La foto genial, supongo que es después de convertir el agua en gin tonics ;P
Poison Ivy, coincido en que la foto es una maravilla. Me quedé fascinado con ese "despertar en Cuatro Vientos".
En verano la Academia no descansa. Tenéis que estar alerta. Ojito con los pontífices y las mangostas.
Publicar un comentario