Antes de los post-its (de ahora en adelante: pósits) había que apuntarse las cosas en la mano.
Lo cual era una guarrada. Pero claro, si te daba Jessie el teléfono qué ibas a hacer, ¿verdad?. Hay gente que cogió entonces la costumbre de no lavarse.
También podías tallar las notas en madera, como los antiguos.
Que la madera siempre ha sido muy señorial.
Todo esto fue antes de que se inventaran otros dispositivos de (poca) memoria.
Y otros para esos impacientes que no se aguantan y tienen que escribir lo primero que se les ocurre.
Y al que le guste el pósit natural... lo tiene, recién cogido del árbol.
Y al que le guste el pósit con carga social... encontrará algunos que abordan los grandes asuntos.
Hoy más que nunca, sé un mono galante y kitsch. Díselo con un pósit.
Las palabras todavía son baratas.
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2 comentarios:
Ya lo tengo pegado en el ordenador, en amarillo chillón, porque los pósits prefieren llamar la atención a vestir bien, como la Esteban, y reza lo siguiente: No dejes para mañana, lo que tenías que haber hecho ayer, capullo.
Que no tengo un puñetero día de fiesta, pero al menos de vez en cuando me permito la licencia de pegarme una tarde leyendo las entradas antiguas de los blogs que el trabajo o la práctica del sexo durante horas no me han dejado tiempo para leer.
Así que hoy tarde sabática en la oficina. Pa eso es uno autómono, oiga.
Manolo, los pósits amarillos son fascinantes. El primer día refulgen, limpios, imperativos. A la semana ya están sucios y raídos. El tiempo también pasa para ellos.
Benditas tardes en las que uno puede dejar a un lado el trabajo y sumergirse en los blogs (aunque sean intrascendentes, como este).
Y benditas tardes en las que uno puede dejar a un lado la práctica del sexo... bueno, eso siempre es mejor (incluso que este blog).
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