Para ser felices necesitamos todo tipo de apoyos a nuestra autoestima.
Somos seres humanos; por tanto, los seres humanos son la finalidad de la creación.
Somos norteamericanos; por tanto, Estados Unidos es el país elegido de Dios.
Somos blancos; por tanto, Dios maldijo a Cam y a sus descendientes negros.
Somos protestantes o católicos, según el caso; por tanto, católicos o protestantes, según el caso, son una abominación.
Somos varones; por tanto las mujeres son irracionales; o mujeres; por tanto, los hombres son brutos.
Somos orientales; por tanto, Occidente es rudo y feroz; o somos occidentales, y por tanto al Este le falta vitalidad.
Trabajamos con el cerebro; por tanto, las clases educadas son las importantes; o bien trabajamos con las manos, en cuyo caso el trabajo manual es lo único que confiere dignidad.
Por último, y sobre todo, cada uno de nosotros tiene un mérito absolutamente único: somos nosotros mismos.
Con estas reconfortantes reflexiones emprendemos la batalla con el mundo; sin ella, nos faltaría el coraje necesario. Sin ellas, tal como están las cosas, nos sentiríamos inferiores debido a que no hemos aprendido el sentimiento de igualdad. Si pudiéramos sentir auténticamente que somos los iguales de nuestro vecinos, ni superiores ni inferiores a ellos, tal vez la vida no fuera tanto una batalla, y tuviéramos menos necesidad del mito intoxicador para darnos ánimos.
Bertrand Russell, en "Unpopular Essays", 1950
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6 comentarios:
Sí claro. Ahora, profe, vaya usted a explicarle al mundo que, efectivamente, todos somos iguales, pero al mismo tiempo no lo somos en absoluto.
Sospecho que no hay solución posible. ¿La hay? ¿Es factible? ¿Cuánto son cuatrocientos dracmas?
Yo es que no veo porqué "ser X", implica "odio Y". Me imagino que es una simplificación.
Sin embargo, creo que más que empeñarnos en ser iguales, bastaría con aprender y admirar lo diferente.
No soy un varón oriental blanco norteamericano y católico -aunque me encanta protestar-. Si bien, soy una mujer muy bruta para mi edad y podría utilizar más el cerebro en mi puesto de trabajo, pero paso. Por eso, no tengo nada en común con el tal Bertrand. Es más, creo que estaba equivocado, a lo peor ebrio, cuando dijo semajante paparruchada.
...La batalla con el mundo! venga ya!
Nana Nicotina, claro que no somos todos iguales (por suerte). Pero el hecho de ser diferente no significa ser mejor que los demás. A eso se refiere el autor.
Y hay una solución posible, la involución de humanos a simios que proponemos diariamente en esta Academia. Dicho de otro modo, vosotros, alumnos, sois la única esperanza de la "humanidad".
Timonera, los grandes conflictos y los grandes crímenes: genocidios, guerras, asesinatos, agresiones, violaciones, se basan en eso, en no aceptar las diferencias porque la única forma de autoafirmarse es sentirse superior al "otro".
Es a lo que se refiere el autor. Evidentemente un hombre y una mujer son diferentes, pero son, en esencia, iguales. Evidentemente un blanco, un negro, un amarillo o un azul tienen diferente color, pero son, en esencia, iguales. Eso, que parece tan sencillo, es lo que, de momento, nadie comprende (y los milenios que nos quedan, me imagino).
Maru, no es bueno que digas esas cosas de un tipo tan brillante como Bertrand Russell, aunque a saber lo que hubiera dicho él de ti. Y tú me caes mejor, así que me pongo de tu lado.
De todos modos me parece que sus palabras (y todo el ensayo entero) son muy ciertas. Nos da miedo el mundo y encontramos enemigos en lo diferente. Es como cuando eres niño y tu padre es más mejor y más fuerte y más listo que el de los demás niños. Es un ejercicio de autoafirmación (que a lo peor te puede llevar a alguna discusión airada). El problema es que al crecer, en lugar del padre es "la pandilla", "el barrio", "la patria", "la raza", "la posición social", "la religión", "la ideología"... rechazamos que los demás sean diferentes porque tenemos miedo, y vencemos ese miedo con desprecio. Es una pena, es un sinsentido, es una de las causas del mal en el mundo, pero es así.
Si ya lo sé, profe, era por revolver un poco el gallinero, que esto está lleno de alumnos modosos. Por supuesto que nadie es mejor que nadie. Lástima que no sea eso lo que vemos cada día por la calle, y a veces ni siquiera en nuestra propia casa.
Pero yo le digo, de corazón, que creo que estamos en el buen camino. Me parece más que evidente que la humanidad involuciona hacia la simiedad, y dentro de nada dominaremos este cochino mundo.
Cuando dominemos el mundo se van a enterar, Nana Nicotina. Porque todo el mundo sabe que nadie es mejor que nadie, salvo nosotros los simios, que somos mejores que el resto. Eso es indudable.
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