La oscuridad no me preocupa. Me preocupa la luz. La oscuridad es solamente ausencia de luz. Pero la ausencia sí me preocupa. La preocupación no. Me es indiferente. Sin embargo, la indiferencia me preocupa muchísimo. La considero una actitud vergonzosa. Aunque la vergüenza no me preocupa. Antes sí, me preocupaba. Pero a mí me da lo mismo el antes y el después; mi vida no es un desarrollo tendente a nada. Por eso la nada no me quita el sueño. El sueño, en cambio, es algo que sí me interesa. A veces me quedo toda la noche despierto, pensando en eso. No llego a ninguna conclusión, pero las conclusiones me exasperan. Prefiero los puntos de partida. No por las partidas; por los puntos. Siempre trato de acumular puntos. No por los puntos en sí; es por la acumulación. La acumulación entendida por una cosa sola, no como un cúmulo de otras. Los cúmulos, yo, si pudiera, los disgregaría. Las cosas tienen que ir separadas; no juntas. Juntas forman otras cosas, y eso trae complicaciones. Aunque yo a las complicaciones no les tengo miedo. Lo que me asusta es lo simple. Lo simple no se sabe de dónde sale; ahí es donde está el misterio. Aunque los misterios, por suerte, no me interesan. Me interesa la suerte. Qué desgracia. Porque la suerte siempre es escasa. Y si dijera que no me preocupa la escasez, mentiría. Pero mentir no me preocupa. A mi me preocupa la verdad. Cuando miento no tengo problema; puedo decir cualquier cosa. Aunque sea verdad, no importa, porque la digo de mentira. Pero cuando hablo con la verdad, tengo que andar con mas cuidado. Por las dudas, en esos casos digo lo menos posible. Y después me desdigo, así cubro dos posibilidades. Pero no es que me quiera cubrir. Yo hago todo a la intemperie. Y si no hay luna, mejor. A mi me gusta la oscuridad. La oscuridad no me preocupa. Me preocupa la luz. La oscuridad es solamente ausencia de luz. Pero la ausencia sí me preocupa. La preocupación no. Me es indiferente.
Leo Masliah (grande entre los grandes)
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