Hijo mío, eres como tu padre; no sabes hacer nada por ti mismo, decía la madre, de natural bondadoso y compungido.
Y él que no, que no y que no. Que al principio ser Mesías le parecía una cosa medio guay, pero ahora, pensándolo bien, como en casa en ningún lado, que Jerusalén está muy lejos y carpinteros, mamá, carpinteros van a hacer falta siempre.
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4 comentarios:
Yo lo tengo medio enfilao, me he pasado la siesta con los ojos cerrados y la cabeza pensando en mi historia.
Me ha gustado tu cuento, especialmente la manera de contarlo.
Ana, la siesta es la actividad perfecta para inspirarse acerca de la "pereza".
No quiero pensar qué harás para otros pecados.
Mi cuento es un poco blasfemo, y no me salva del infierno ni el estilo desenfadado.
Bravo :-)
Gracias, Ana Chévere.
Se hace lo que se puede.
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