No, no es eso. No miro
del otro lado del horizonte un cielo.
No contemplo unos ojos tranquilos, poderosos,
que aquietan a las aguas feroces que aquí braman.
No miro esa cascada de luces que descienden
de una boca hasta un pecho, hasta unas manos blandas,
finitas, que a este mundo contienen, atesoran.
Por todas partes veo, cuerpos desnudos, fieles
al cansancio del mundo. Carne fugaz que acaso
nació para ser chispa de luz, para abrasarse
de amor y ser la nada sin memoria, la hermosa
redondez de la luz.
Y que aquí está, aquí está, marchitamente eterna,
sucesiva, constante, siempre, siempre cansada. (...)
Vicente Aleixandre (1898-1984)
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2 comentarios:
Precioso y fatalista... Me ha encantado.
Besote
Tú lo has dicho, Laurentina.
La belleza contiene en sí misma el fatalismo, o el peor destino.
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