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Sí, lo reconozco, he leído mucha poesía cagando. La brevedad alígera, el ritmo, las metáforas que retuercen el alma y las palabras gélidas en el corazón del volcán.
He leído a Baudelaire, a Rimbaud, a Gerardo Diego, a Cernuda, a Rilke, he recorrido los hexámetros de Virgilio como si fueran cada uno un océano, a Emily Dickinson, a Neruda, a Quevedo, memorizado a Machado, leído en voz alta a Borges, contemplado a Gloria Fuertes y bajado por cada uno de los desagües vertiginosos de tantas y tantas páginas.
Cada verso era un esfuerzo y un alivio de un autor que sentía cercano. A pesar de que estaba para pocas tertulias literarias en ese momento. O quizás por eso.
6 comentarios:
La verdad es que te entiendo, es un momento de concentración máxima, donde te acercas más si cabe a lo que estás leyendo.
A veces sin libro no es lo mismo.
Desde que tenemos móvil y podemos enviar SMS hemos pasado de leer a los clásicos a escribir. Concentración máxima, Engarde, como la poesía, como el SMS.
Por algo lo llaman el trono
Por ese trono mataría nuestro Macbeth interior, León. Y con razón.
Tanta cultura termina desembocando en un inodoro ?
En el inodoro del tiempo y el olvido, Alberto.
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