Si hay dos cosas que me atraen (como una polilla a la luz, ¡ja!) son las fechas y las listas (en todos los sentidos). Que lo que voy a contar pasara ayer, precisamente el 13 de noviembre, me tiene estupefacto (cosas mías).
Noche cerrada, 3 de la mañana, estoy en la oficina, trabajando, a golpe de red bull porque tenía un cosa que presentar hoy y tenía que salir todo perfecto. Me detengo. No puedo más, esto no me lleva a ninguna parte, me agoto, me bloqueo, me cabreo... tengo que hacer algo, no puedo seguir así. En esas divagaciones andaba cuando decido apagar el ordenador. Ya vale, leñe, mañana será otro día. Resoplo. En ese momento suena el teléfono. Me da un vuelco el corazón, claro. Nadie me llama los lunes de madrugada.
Miro el móvil, es un número raro: +234803... y un puñao de números más. Me estremezco. Hace un minuto me hacía mil preguntas y ahora... ¿una respuesta?. Hubo un tiempo en que esto se hacía con una zarza ardiendo o un arcángel, pero la tecnología lo facilita todo. En vez de pensar en una de esas películas japonesas en las que suena el teléfono y estás perdido, me da un subidón de intriga. Al descolgar estoy a punto de preguntar: ¿Dios?, pero sólo digo "¿sí?". Cuelgan o llego tarde, no sé. Silencio. La oficina desierta, el ordenador apagado. Silencio.
Lista de signos de la revelación:
1) Llamada telefónica extrañísima
2) Luna menguante en forma de sonrisa sin gato
3) Canción que suena al iniciar el iPod en modo aleatorio: "It's so easy" de los Guns'n'Roses
4) Un pensamiento que cruza el frontón de mi cabeza, oblicua y rápidamente, como una salamandra
Comprendí (precisamente en mi semana de la autoayuda) que lo que necesitaba era:
1) Dormir
2) No dejar de sonreír
3) No dejar de escribir
4) No dejar de dar
5) Aprovechar el tiempo un poco más
6) Fijarme objetivos realistas
Con eso garantizaba el 85% de mi felicidad. Porque seamos serios, el esfuerzo inhumano de ayer por la noche no ha contribuido a mi desempeño de hoy, en nada.
Estoy a gusto con la persona que soy, ¿por qué amargarme? ¿por qué exprimirme?
Es difícil autoayudarse, más fácil es autodestruirse. Tal vez sólo necesitamos un empujón, una revelación, una conclusión, para espolearnos, conociendo nuestras fortalezas y nuestras limitaciones.
Es como cuando vas en un avión y dicen: en caso de accidente meta la cabeza entre las piernas, y tú piensas: si pudiera meter la cabeza entre las piernas no tendría ninguna necesidad de salir de casa.
4 comentarios:
Me encanto la paranoia, enorme.
A mi una vez tambien me pasó que estaba trabajando a las 3:00-4:00 de la mañana y .... ahhh no, ...mmm... vale vale como decía estaba estudiando de madrugada ,...mmm tampoco.. Bueno yo una vez estaba de madrugada y tambien me pasaban cosas raras, oía voces, veía cosas y todo eso (vaya rescaca al día siguiente).
Saludos bloggeantes.
Bueno, Jackerest, lo importante es que he aprendido la lección. Si trabajas demasiado corres el riesgo de volverte imbécil, y me he dado cuenta a tiempo.
Las cosas raras que pasan en los bares, tienes razón, merecen un estudio concienzudo. Me compormeto a elaborarlo paciéntemente durante los próximos 40 sábados.
Me gustan los seis puntos vitales que te has fijado, me gustan...
Igual te copio añadiendo un séptimo:
No dejar de intentar mejorar
A mí me gusta tu añadido, Caracolico. Se podrían añadir muchos más, pero esos 6 eran los más urgentes en ese momento. Mejorar, conocer, crecer, es uno de los objetivos básicos, sí.
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