Soy extraordinariamente optimista respecto al resultado de este post que acabo de empezar a teclear. Es un optimismo iluso, porque tal vez se me haya olvidado cómo hacerlo, cómo escribir en el blog. La contraseña la recuerdo, obviamente, si no no estaría aquí. O peor, no sería yo el que estuviera escribiendo, sería un impostor. Aunque, si lo pienso, tampoco eso ha quedado nunca demasiado claro.
En realidad, yo sólo me ocupo de los posts en esta Academia. Esos días y días de silencio absurdo se los dejo a mi ejército de ayudantes. Ellos mantienen con disciplinada holgazanería este erial.
A ver, no conviene tampoco lanzar las campanas al vuelo. Soy moderadamente optimista con el post. Dejo atrás euforias desmedidas, que sabréis perdonar y sólo se deben al entusiasmo de las primeras líneas. Potrillo alocado, he perdido fuelle con las primeras galopadas. Todavía puedo trotar con elegancia.
Nadie confía en este post. Quitémonos la careta ya. Si acaso puede servir de sencillo calentamiento para grandes párrafos por venir en un futuro próximo. Lo que viene siendo hoy, esas ideas no van a llegar. Estoy resignado.
Bueno, pues nada... habéis llegado hasta aquí. Por qué no acabar.
Me derrumbo, el post no avanza, qué va a pensar la colección de primates que pase por aquí. No, es verdad, ya no viene nadie. Sí, dará la casualidad de que sí vendrán y se darán cuenta de que hemos perdido el flow. E irán a buscar a otros lectores y venderán por fin sus acciones en esta compañía y el valor de desplomará y el pánico bursátil o burdátil se adueñará de todo el (metafórico) árbol.
He hecho bien siendo completamente pesimista respecto a este post.
Es nuestro crack del 29 (de noviembre).