A ver cómo os vuelvo a centrar ahora.
Tras el turbulento paso por los apellidos porno, retomamos la senda de formalidad que siempre nos ha caracterizado.
¿Qué pasa con los apellidos? En ese tema hay todavía mucha tela por cortar.
Todos vosotros habéis leído a Dostoievski y sabéis el lío monumental que se monta con los nombres en cada novela rusa. Cada nombre consta de:
- Nombre de pila
- Pantónimo
- Apellido
Pongamos como ejemplo al general Iván Fiódorovich Yepanchín (de la curiosa novela "El idiota").
Tiene una hija llamada Aglaya Ivánovna Yepanchiná.
Aglaya (nombre de pila), Ivanovna (por el nombre de su padre) Yepanchiná (por el apellido de su padre).
Si en vez de una hija hubiera sido un hijo llamado Piotr, sería Piotr Ivanovich Yepanchin.
Un follón de "padre y muy señor mío".
Qué os voy a contar... RUSOS |
En muchos países del extranjero sólo tienen un apellido. Qué escasos ¿no?
Pero vamos, que son extranjeros sin apego a nada, un número les pondría yo. Grabado a fuego en una nalga.
Aquí somos más abundantes y tenemos dos apellidos. Con eso es más sencillo diferenciarnos.
¿Qué sería por ejemplo de los árbitros si no atesoráramos los dos apellidos? Perderían parte de la solemnidad que conservan ahora (incluso siendo malísimos como son):
- Del Cerro Grande
- Velasco Carballo
- Los terroríficos hermanos Teixeira Vitienes
- Mateu Lahoz
- Undiano Mallenco
Yo a veces todavía pienso que Undiano es el nombre.
¿Sabéis de dónde viene la costumbre del fútbol español de referirse a los colegiados con los dos apellidos?
El culpable es este señor:
Era un prometedor árbitro que llegaba con ilusión a la primera división española de finales de los 60. Pero tuvo una mala tarde en Sevilla y los periódicos locales se ensañaron con él. Se llamaba Ángel Franco.
"Franco es muy malo"Imaginad la rechifla.
"Todos culpan a Franco"
Desde entonces se tomó la ingeniosa resolución de llamar a todos los árbitros por el nombre completo. Así, el objeto de la polémica pasó a ser Franco Martínez. Asunto arreglado, circulen, no me formen grupos...
Y vamos con la última reflexión, que se nos va a hacer tarde.
¿Por qué el apellido del hombre va primero y el de la mujer segundo? O dicho de otro modo, ¿por qué el apellido que prevalece es el del hombre?
Si nos ceñimos a la genea-lógica, la línea de ascendencia más segura (100%) es la de la madre. Por lo tanto debería prevalecer esa ¿no?
¿Qué otra alternativa hay? ¿Se os ocurre?
Yo alguna vez he pensado en lo que supondría combinarlos. Coger el apellido de uno y el de la otra, construir un apellido nuevo, mezclar, avanzar.
De este modo, los churumbeles de Angelina Jolie y Brad Pitt se apellidarían Pilie, por ejemplo.
Los de Javier Bardem y Penélope Cruz se apellidarían Barduz.
Los de Carlos Larrañaga y María Luisa Merlo: Lamerlo.
En fin, nunca lo veremos.
Yo ensayo una conjetura. (Si digo una obviedad avisadme)
Como en tantas especies, el macho primate compite por difundir su impronta genética. Tiene el impulso de fecundar a todas las hembras que se dejen. Pero tras el sexo, el tema ya no va con él. Que el hijo sea suyo es sólo un acto de fe.
Pero claro, el amor, la monogamia, la familia (tan disfuncionales por un lado) son una cosa bastante útil a la hora de maximizar las posibilidades futuras de la prole. Y se acaban estableciendo como construcciones sociales. ¿Acaso el hombre, en su vanidad, a lo largo de las épocas, ha necesitado la ilusión de creer que es la piedra angular de la familia, que esos hijos son suyos, que esa familia es la suya y que es su apellido el que perdura?
El apellido, el linaje, como cemento, como respaldo al plano más débil y vulnerable del diedro.
Este mundo es tan rato que hasta puede ser que algún día yo tenga razón. Aunque ya sería mucha casualidad que ese día fuera precisamente hoy.