Suele suceder, pero últimamente está pasando con mayor frecuencia. La realidad da golpecitos en el hombro de la ficción diciéndole: "déjame a mí, anda".
Si la ficción alcanza altas cotas de inverosimilitud, llega en seguida la realidad y pulveriza sus logros.
Digamos que, para la ficción, la realidad es el típico cuñado que conoce un taller semiclandestino donde le arreglan el coche por cuatro pesetas, conoce el sitio donde hacen el mejor cocido de España y ya te dijo antes que nadie que el país se hundía.
Lo cuento rápido para que no se os haga bola.
El Arzobispado de Madrid está estudiando formar sacerdotes exorcistas para satisfacer la creciente demanda.
Rouco Varela, el flamante capo de la Conferencia Episcopal, ha visto que hay un nicho de mercado y ha preparado ya un primer equipo de 8 exorcistas, que se han bajado de internet los manuales básicos del asunto, han leído el "Ritual renovado de Exorcismos" aprobado por Juan Pablo II (que ustedes pueden adquirir en el hall de la Academia en un pack supereconómico junto al libro de Molinos) y están viendo películas de miedo para ponerse en situación.
Es dramático ¿verdad?. La supuesta generación más preparada de la historia estudiando el último día porque nos ha pillado el toro del satanismo. No, así no se hacen las cosas.
Yo lo digo desde ya, a mí que no me haga un exorcismo uno de estos. Ni aunque les den un diploma. Aficionados de pacotilla...
A mí que me dejen la Biblia, el crucifijo y el agua bendita, que ya me apaño yo.
Es terrible. Para llevar directamente a Dios al diván del psiquiatra. Que la solución sea un batallón de funcionarios vividores es de traca. Si me dicen que se le ha ocurrido al propio diablo me lo creo.
Riesgos de mi tozudez: Hacerte el autoexorcismo tan mal que acabes echándote a ti mismo y dejando dentro al demonio. Ojito a esa problemática porque está pasando aquí, ahora, en el siglo XIV.
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Bonus track: La canción "Exorcismo" de Luixy Toledo (plagiada después por ese caradura de Michael Jackson)