Que conste en acta: Si alguna de las religiones que agitan los brazos frente a mí tratando de llamar la atención
elige a Chiquito de la Calzada como su Sumo Pontífice, yo me afilio, me bautizo o lo que se haga ahora.
La gente quiere creer, de eso no hay duda. Lo único que exigimos es que nos lo cuenten un poco bien. Es lo menos que se puede pedir. Cúrratelo un poco o, sencillamente, sé auténtico. Lo que sea pero auténtico. Un sinvergüenza, vale, pero auténtico. Por eso y por mucho más vamos a detenernos un par de minutos en el tío de la foto, un corredor de seguros de Sevilla llamado
Clemente Domínguez.
En 1968, la mismísima
Virgen María estaba dándose un paseo por una finca cercana a Utrera y decidió aparecerse a cuatro niñas de malicia preadolescente. No importa que pareciera que estaban inventándose lo de la aparición para justificarse por volver tarde a casa, la realidad se imponía. Pronto, cientos de videntes empezaron a contactar con la Virgen en ese mismo lugar.
El Palmar de Troya se convierte así en el locutorio de la cristiandad.
Clemente Domínguez y su amiguete
Manuel Alonso trincan a la ocasión de los pelos, se dan cuenta de que allí van a ganarse algunos duros y se suben al carro.
Clemente decidé que verá a la Virgen y Manuel se postula para ser su agente artístico. Estos dos pícaros asociados consiguen destacar, porque lo auténtico siempre se abre camino.
El dúo añadía a sus "trances sagrados" unos primarios efectos especiales (estigmas de la crucifixión, sangre y esas
performances). Tanta expectación empezaba a generar, tantos ojos atraía, que el resto de videntes estaban decididas (era una mayoría femenina) a pulírselo. Clemente y Manuel, Manuel y Clemente, se olieron la tostada y prepararon su comparecencia-revelación a lo grande. Cuando los videntes esperaban que iniciara una guerra, una confrontación abierta, Clemente se desmarcó con unas instrucciones muy claras del Altísimo: decía que
todos los videntes del Palmar eran verdaderos. ¡Bang!. ¡Todos auténticos! ¿se puede ser más genial?. Sus rivales se quedaban sin munición y empezaron a refugiarse bajo el paraguas de su extraordinario carisma. Eso ya no lo paraba nadie.
Las apariciones marianas eran tendencia en el siglo XX. Así que nadie iba a querer permanecer ajeno a este pintoresco fenómeno que, ¿quién sabe?, a lo mejor acababa teniendo un recorrido a largo plazo, como en Fátima (Portugal) y Lourdes (Francia). Que los españoles no fuéramos capaces de gestionar un milagro así nos avergonzaba. Acabábamos de ganar Eurovisión por primera vez, nuestra ambición no tenía límites.
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¡¡Les sigo desde el primer disco!! |
El 15 de abril de 1970 había 30.000 personas viendo a Clemente en El Palmar. Muchísimas más que viendo a Curro Romero en la Maestranza. El ascenso había sido imparable y, para no perder carrerilla, en 1974
funda la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz. Ya tiene fieles, repercusión mediática, enchufe en el iglesia y, lo más importante de todo, un gran inversor suizo,
Maurice Revaz.
Entre la confusión, los dos cabecillas son ordenados obispos por un arzobispo vietnamita,
Ngo Dinh Thuc Pierre Martín. ¿Cómo había pasado Clemente de ser conocido en el ambiente de Sevilla como "La Voltio" a ser obispo?. También debió de preguntárselo alguien en Roma y frenó, envidioso, todo ese despliegue.
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Si había sido la Virgen María en cuerpo y alma inmaculada la que les había elegido,
la Iglesia de Roma no era nadie para deslegitimarles. Tenían la excusa para provocar
el cisma.
Se convirtieron en la
Iglesia Cristiana Palmaria, la única verdadera, y proclamaron a Clemente como su nuevo Papa:
Gregorio XVII.
Unos meses antes, Clemente había perdido los dos ojos en un accidente de tráfico. El drama de su figura ciega añadió patetismo a sus revelaciones, a sus diálogos con el Cielo, le dio el toque de misticismo que necesitaban. Su fiel colega, Manuel, siguió velando por
el sagrado negocio. El dinero llegaba de donantes procedentes de todo el mundo, se construyó una basílica de flipar en El Palmar de Troya y la congregación empezó a disfrutar de cierto hermetismo de secta.
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Luego dirán que los andaluces no son exageraos. Se les fue de las manos el chalé. |
Las profecías internas que se manejaban decían que Clemente moriría crucificado en Palestina y volvería bajo el nombre de "Pedro II, la venganza" para estar presente en las primeras hostias del apocalipsis, que son las que hacen ilusión de verdad.
Su pontificado añadió algunos cromos al álbum de santos. Poca cosa.
San Francisco Franco,
San Carrero Blanco,
San Cristóbal Colón, y así.
Excomulgó un poco a bulto:
Juan Carlos I y toda la familia real,
los comunistas,
los espectadores de "Jesucristo Superstar"...
Su vida de entrega absoluta tuvo pocos lunares. Hubo gente en la congregación que se puso pesadita con el tema de los
abusos sexuales. Al final, en 1997, Clemente tuvo que salir a admitirlos y pedir perdón. Y aún así hubo gente que todavía no estaba contenta. Por el amor de Dios ¿qué más quieren?, ¡¡ha pedido perdón!!. Algunos nunca están contentos.
Murió a los 58 años, el 22 de marzo de 2005. Y le sucedió su amigo Manuel, cuyo primer impulso fue llamarse
Santo Papa Manolo I, pero como había desarrollado un fino olfato para el marketing durante toda esa peripecia, se lo pensó mejor y decidió que Pedro II estaría mejor. Su papado fue breve y murió hace 6 meses. Ahora hay otro que ya no nos importa una puta mierda.
Porque lo grande de esta historia no es la credulidad del homínido medio, sino el mensaje de aliento a las nuevas generaciones de emprendedores que tienen que levantar este país. Todo es posible, hermanos. Piensa a lo grande. Apunta alto. El sacerdote es sólo un funcionario, lo que mola es ir a por nota, a por cardenal como mínimo.
Quien diga que en este país no hay talento se equivoca. Sólo hay que aprender a orientarlo de una manera creativa y ejecutiva. El tándem Clemente - Manolo nos enseña una valiosa lección.
Cread vuestra Iglesia, convenced a vuestro mecenas suizo y despúés... qué sé yo, dadme un puesto como coordinador general de los campamentos universitarios femeninos (por ejemplo).
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